Los misterios del abuelo

Judith Bravo Contreras/ La urbe en tinta negra
Todos necesitamos amar, ser amados, sentir y expresar nuestra capacidad amorosa, vincularnos, sentir conexión con las personas y las cosas, y reconocimiento. Necesitamos de mitos para vivir, para dar sentido a nuestra vida.
Supongo que en algún momento cualquiera nos hacemos preguntas que tienen que ver con la existencia: ¿quiénes somos, de dónde venimos, cual es el origen de la naturaleza, qué ocurre cuando morimos, cómo convivir?
Y de la imposibilidad en algunos casos de saber nuestra propia historia familiar creamos nuestros propios guiones de vida, nuestros mitos.

En la narración oral de mi familia materna hay muchos misterios, muchos secretos. Siempre pienso que es porque, además de ‘mamones’, somos morelianos y eso nos otorga un gusto enfermo por los misterios y el miedo al qué dirán.
Siempre hay quien narra y quien escucha.

En el caso de mi abuelo materno (Un ingeniero de Ciudad Juárez) no se sabe mucho, los hijos fueron arrancados en la infancia de Cd. Juárez y se trasladaron en un tren con mi abuelita hasta Morelia, donde crecieron y donde se enteraron que al poco tiempo, el abuelo murió en aquella ciudad norteña, de manera muy trágica.
A mí me tocó conocer e inventar al abuelo a partir de una foto de sus últimos días y algunas pocas fotografías de su infancia.
abueloLos guiones de mi vida, tienen muchos huecos . Donde puedo inventar a mis abuelos como me de la gana, y se que el costo es el enojo de quienes quieren mantenerlo en una fantasía. Yo lo imagino como parte de uno de los prodigios del espectáculo del legendario cirquero y coleccionista de rarezas Phineas Taylor Barnum.
“Pasen y vean, damas y caballeros, niños y niñas, jóvenes y ancianos… Pasen y vean, asistan a los mayores prodigios, las más increíbles demostraciones, al más fabuloso de los relatos”
“Pasen a ver al niño más triste del mundo. Todos sus sueños y muchas de sus pesadillas se esconden más allá de esta puerta. Más de cien mil asombros les esperan. Más de mil espantos, sustos y temblores”
Ni siquiera se si era católico. O si era protestante. Mi guión con él se relaciona siempre con la muerte, desde su muerte trágica. Su relato mortuorio es privado, nadie lo sabe, nadie sabe si durante su vida superó muertes y cuáles. Porque, de sus padres y hermano menor, él fue el primero en morir.
Hace unos dos años, regresaron a la familia, de manera fortuita, unas fotografías de él; también se relacionan con la muerte.
Y dan fe que la costumbre de fotografiarse con sus muertos también se daba en Juárez. Aunque la fotografía no es simulando la vida del “angelito”; tampoco simulando estar dormido. La foto es sin simular nada. Y en mi guion he incluido un tío abuelo más. El de la cajita. Del que nadie habla, porque nadie lo sabe.

“Pasen y vean, todos ustedes… También usted, y usted… Y aquella familia, por sólo unas monedas, menos de lo que les costaría tomarse una limonada, fenómenos que se graban en su memoria y jamás podrá olvidar. Monstruos venidos de tierras lejanas, de lugares donde los hombres aún persiguen bestias para cazarlas con sus propias manos, de mundos que son este mismo pero no lo parecen”

Mi abuelo “murió en un incendio”. Así se maneja y así lo aceptamos. Estaba en su casa, estaba borracho, la lámpara de alcohol cayó sobre el colchón y se incendió. Murió de asfixia. Así lo manejan y así lo aceptamos. Pero ¿Cómo es que el fuego respetó su cuerpo y su piel y su ropa? ¿Se ahogó con el alcohol que ya llevaba en sangre?
El fuego tiene efectos sobre el cuerpo ¿y a él lo respetó? La piel como una tela se aparta de la carne, desnudándola. La lengua pende fuera de la boca como un ahorcado, o si los dientes se apretaron por miedo, retrocede al fondo de la garganta y se agazapa.
abuelo 2A mi abuelo solo lo asfixió. ¿Cómo fue que salió completo? Nunca nos han dicho cómo lo rescataron. En nuestras fantasías, el abuelo fue sacado entero de ese cuarto reducido a la ceniza. Pero si las llamas, aún si no nos llegan a estrechar serían capaces de destruirnos: evapora líquidos esenciales, estallan los nervios por la temperatura corporal que asciende.

 

abuelo 1Un fuego doméstico puede llegar a alcanzar los 600 grados. Imposible resistir completo. ¿Cuánto aguantamos respirando aire caliente en un temazcal? Y él se respiró el aire de 10 temazcales juntos. Triste mirada de los quemados. Bestias arruinadas, crispadas por siempre. Pero mi abuelo solo “se asfixió”. Por eso soñé que de su boca salían llamas, su nariz y oídos expelían humo gris, su aliento encendía carbones. Quería tocarme y yo quería que se acercara, no pudo.
Un brazo se le desprendió y todo el se derretía en burbujas hirviendo. Se quemó en el purgatorio. Sin ser pesadilla. Su carne magullada, lacerada incapaz de animar el menor deseo de servir. Pero mi abuelo “murió asfixiado”, a lo mejor eso quiere decir que no sufrió.

 

judith.bravo@gmail.com

 

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