Festeja Cecilia Salcedo a Oaxaca; lo celebra con exposición “Huajes” en el CaSa

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*Se vive un boom de la fotografía, por sus culturas, movimientos sociales y por Toledo
Salvador Flores Durán
Oaxaca.- Enamorada del estado, la artista visual Cecilia Salcedo celebra a Oaxaca con la exposición “Huajues”, que se inauguró el pasado sábado en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa).
La vaina comestible que identifica a esta tierra toma formas de pequeños seres, “para mí son pequeñas esculturas o pequeños personajes”, que fueron recolectados en la ciudad y en los viajes que la fotógrafa realizó por toda la geografía estatal.
“Es una semilla a la que nadie le da mucha importancia, por eso hay que dársela, hay que hablar cosas buenas de Oaxaca, no nada más lo que ya se sabe por todo el país. Hay que hacer cosas buenas, hay que reconocerlo”, señaló en entrevista.
Según la toponimia tradicionalmente conocida, el nombre de Oaxaca proviene de la denominación náhuatl Huāxyacac impuesta por los conquistadores aztecas en el siglo XV en el momento de su incorporación al imperio tenochca. Huāx significa en español huaje; yaca significa literalmente “nariz”, el sufijo c es equivalente a tepec, “lugar”, de una forma abreviada. Su nombre, en las lenguas binnizá (zapoteca) y ñusabi (mixteco) es Lulaa o Ñuhundua respectivamente, y significan “en la punta del guaje” o “en la punta de la nariz del guaje”.
La vaina se come en varias regiones del estado, pero actualmente su consumo ha decaído de manera considerable, aunque las antiguas cocineras lo siguen buscando en los mercados. Así, hablar de “Huajues”, es hablar de la identidad de Oaxaca.
El nombre huaje ([‘waxe]) o guaje son nahuatlismos de huaxin, según el Diccionario del náhuatl en el español de México, de Carlos Montemayor.
HUAJES CECILIA SALCEDO (10)Uno de los tantos moles de Oaxaca se realiza precisamente con guajes, en la región Mixteca, principalmente en Silacayoapan. El Huachimole, elaborado con chile costeño, guaje y tomate, una delicia culinaria poco conocida por los propios oaxaqueños, cuya receta se ha transmitido por las abuelas.
El interés de Cecilia Salcedo por lo huajes en esta exposición dice, “simplemente es un homenaje al nombre de Oaxaca, que quiere decir lugar donde abundan los huajes. Durante tres años estuve recolectando huajes que encontraba en el estado, en la ciudad o en el campo, y esos los llevé al estudio y les tomé fotos, y estoy resaltando las formas de los guajes, para mí son pequeñas esculturas o pequeños personajes”.
Salcedo es una fotógrafa con 30 años dedicada a este arte y dice que una fotografía de un huaje puede ser atractiva para las personas “por su forma misma, aparte del concepto, el huaje es una vaina a la que nadie le da importancia, y creo que al irse secando van tomando formas muy interesantes, y es lo que trato de mostrar”.
La fotografía en Oaxaca vive un boom y está en auge, “siempre lo ha estado”, señaló la fotógrafa: “siempre ha sido un estado con una riqueza cultural inmensa, por toda esa diversidad de lenguas, de costumbres, de culturas, movimiento sociales, y que son muy llamativos para cualquier tipo de fotógrafo. Han pasado por aquí fotógrafos muy importantes que han documentado eso”.
Este movimiento fotográfico, señala, se debe en mucho a que Oaxaca fue el segundo estado en abrir un museo especializado como el Centro Fotográfico Manuel Álvarez, y también gracias al artista plástico Francisco Toledo, quien logró reunir una importante colección de fotografías que actualmente se exhiben en el mismo CaSa.
Con la presencia de artistas de la foto, en Oaxaca se han formado generaciones de artistas dedicados a este arte y actualmente dan una enorme vitalidad a la fotografía.
Cecilia, originaria de Guadalajara, dice que se quedó aquí porque se enamoró de Oaxaca. Dedicada a la fotografía editorial, de libros, revistas o catálogos para artistas, pintores, escultores, radica en el estado desde hace más de 20 años, “me enamoré de Oaxaca, creo que sí. Y cuando uno se enamora qué remedio”.
En entrevista luego de la inauguración de su exposición, quien fuera la primera directora del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo se ha dedicado también a la fotografía minimalista como las de las plantas endémicas que se albergan en el Jardín Etnobotánico en el Centro Cultural Santo Domingo.
Su exposición anterior, dijo, fue precisamente con las fotografías realizadas ahí, y con su obra la revista Artes de México publicó un libro y posteriormente se dedicó la itinerar la exposición.


Sobre su enamoramiento, señala: “en Guadalajara trabaja muchísimo y me daba un mes al año para viajar por el país y en uno de esos viajes pasé por Oaxaca, y descubrí la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas. Había una exposición en un museo, vi la vida cultural en general y ese fue el principal vínculo, su gran vida cultural”.
Destacó que en Oaxaca la fotografía siempre ha tenido un lugar muy especial, fue el segundo lugar en el país que abrió un centro dedicado a la fotografía, el Manuel Álvarez Bravo, el primero fue en México, luego un tercero en Veracruz y luego en Monterrey.
HUAJES CECILIA SALCEDO (8)“Creo que siempre ha tenido un lugar donde se le reconoce como una más de las artes plásticas, y hay lugares donde no es tan fácil que se reconozca la fotografía como arte. Todo esto se debe al movimiento cultural que hay aquí y en gran parte al maestro Toledo. Ha sido muy importante, y el IAGO, la colección que está del CFMAB que fue la colección que formó el maestro Toledo que es impresionante”, señaló.
Comentó que la fotografía nació con el estigma de que era un documento social “era lo único que se hacía con la fotografía. Aparece con la misión de retratar a la sociedad hacia 1800 y tantos, y después se dedicó al documental, y de guerra principalmente. Hasta hace poco tiempo se ha podido diversificar reconociéndolo como lenguaje fotográfico, no como un documento social”.
La fotografía, señaló, se ha ido diversificando por las expresiones que se pueden hacer con la fotografía y con la gran democratización que son los teléfonos “ahora todo mundo puede tomar una fotografía, entonces va teniendo muchísimos más usos, va teniendo como muchas vidas diferentes”.
Dijo que no es que desprecie la fotografía documental pero “ahora se puede apreciar a la fotografía como un lenguaje. Es como si de pronto todo mundo hubiera aprendido a leer y escribir en imágenes, todo mundo sin excepción, pero eso no quiere decir que todo mundo escriba lo mismo. Hay quien escribe su diario personal, quien escribe un cuento, quien escribe una novela, quien escribe poesía, y todos sabemos leer y escribir”.
En el libro “La espina y el fruto” editado por Artes de México, María Isabel Grañen Porrúa, escribe: “Recorro tu cuerpo y me asombro, ¿cómo es posible que en un detalle exista tanta belleza! En una minúscula parte de tu ser percibo las dunas del desierto sediento y seductor, descubro al universo que reproduce y multiplica su armonía. Nada en ti es evidente, sucumbo al infinito descubrimiento de tu ser. Veo que la huella de nuestro abrazo queda impresa en la sensualidad de la piel, siento el recuerdo permanente de una caricia”.
“En este recorrido erótico, las fotografías de Cecilia Salcedo Méndez, “La espina y el fruto”, nos invitan a una danza visual que capta la armonía de las fibras naturales tomadas en el Jardín Etnobotánico de Oaxaca, un vivo reflejo del Edén donde sólo se admiten plantas oaxaqueñas, porque el estado cuenta con la flora más diversa del país”.
“El concierto germina en medio de la oscuridad, la semilla brota, la planta da a luz y la imagen florece. Estamos frente a un alumbramiento y se escuchan las notas de alabanza que evocan la perfección de la Madre Naturaleza. El lente capta el instante de la vida, la explosión vital de una semilla”.

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