Pablo Méndez estacionó su caballo y dijo que su padre, Leopoldo, uno de los artistas más importantes de México, era un dulce

Ernestina Gaitán Cruz

Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 18 de septiembre de 2022.- Pablo Méndez Hernández (hijo del grabador Leopoldo Méndez), estacionó su caballo junto a una maceta del patio del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO). Se sentó y se dispuso a degustar tamales de amarillo y de frijol, un tejate y un nicuatole.

Luego de la inauguración de la exposición “Leopoldo Méndez ¡Presente! el artista y su entorno” que exhibe la obra del artista y sus compañeros del Taller de Gráfica Popular y del artista José Guadalupe Posada, Pablo Méndez dijo que estacionaba su caballo (su bastón), para sentarse a disfrutar el mediodía y las botanas.

Pero llegó la reportera y ahí, bajo los árboles del patio del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca fundado en 1988 por el maestro Francisco Toledo (17 de julio de 1940 – 5 de septiembre de 2019), aceptó platicar sobre su padre y de su propia labor como fotógrafo.

Minutos antes, durante la conferencia con representantes de los medios de comunicación ya se había referido a “Leopoldo” quien muy joven tuvo la enfermedad de Parkinson, que le heredó, dijo en broma. Y también habló de su gran amor y admiración. “Cien veces he visto sus grabados y siempre ha sido con el mismo gusto”.

Acompañado en la mesa de madera del patio del IAGO por Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, recordó a su padre, quien, dijo, era una persona muy diferente al artista cuya obra hablaba de dramatismo, de lucha. “Como padre era un dulce. Era un hombre que podía dejar de trabajar para cuando uno lo necesitaba, así era”.

Ese fue el Leopoldo que a mí me conquistó. Fue un hombre honesto, de veras, no era pose ni nada que está de moda ahora, el no ser corrupto. Él ya traía esa moda desde que nació. Fue un hombre incorruptible, comprometido.

¿De dónde le vino esa genialidad? ¿Quién sabe?. Su papá, mi abuelo, fue zapatero. Mi abuela murió cuando mi papá no cumplía el año. Se crió con otra familia. ¿Quién lo contagió?, ¿quién le dijo lo tuyo es esto? Le buscamos a la historia y no encuentro. Pero creo que todos los mexicanos ya lo traemos de nacimiento, nada más hay que pulirlo”.

Lo que me gustó conocer de la historia de mi mamá y de mi papá fue cómo se conocieron. La que trabajó de mi mamá (dijo en broma), tabasqueña ella, se llamó Andrea Hernández, viuda de Méndez se ponía ya al último; ella era oaxaqueña.

Maestra de primaria que dejó la carrera porque ya con Leopoldo no se podía, había que andar del tingo al tango y ya no. Se conocieron el 18 de marzo de 1939, cuando se celebraba el primer aniversario de la expropiación petrolera.

Leopoldo fue con un grupo de la LEAR. (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, fundada en 1933). Llegó a dar una plática, un discurso a Ciudad Madero, en Tampico. Ahí llegó una maestra (a la que luego se robaría), iba con sus alumnos de primaria quienes llevaban sus banderitas.

EL FOTÓGRAFO PABLO MÉNDEZ HERNÁNDEZ

Pablo Méndez Hernández (de 83 años) ha sido fotógrafo de la vida cotidiana, ancestral y festiva de comunidades indígenas. Y le ha gustado retratar belleza, felicidad y contento, la alegría del pueblo mexicano que, en cada ocasión, hace una fiesta como la que se vivió luego de la inauguración de “Leopoldo Méndez ¡Presente! el artista y su entorno”

Somos de contento. Ahorita ya estamos en una fiesta y no sabíamos, comentó al ver el ambiente con la numerosa presencia de jóvenes, varios de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, quienes también degustaron tamales, agua de tejate y nicuatole.

“En mis fotografías ni trato de ser folclorista ni de amarguras. Yo lo que veo es belleza, felicidad, contento, alegría, es lo que hago. Yo no tengo niños llorando no me fijo en eso, porque creo que nuestro país es un país feliz, como estemos

Somos así. ¿Por qué tantas danzas?, yo nomas me preguntó. ¿Por qué en todos lados hay danzas? Somos gente convencida además de que somos elegidos, yo creo. ¿Por quién? Por Quetzalcóatl, podemos darle nombre que quiera, pero somos gente feliz. No somos de amargura.

Yo tengo fotografías de niños y no hay una donde no se estén riendo. Nunca. Sí tengo fotos de jóvenes muy serios. Porque están en su papel de danzantes, por ejemplo.

Y también recordó una fotografía suya tomada a un niño danzante de Parachicos, de Chiapas. “Era un niño pequeñito con su máscara chiquita y estaba en su papel de hombre, masculinamente serio, esa foto sí fue seria, porque la fotografía me convocó, pero nada de tristezas.

Como fotógrafo de la vida cotidiana, ancestral y festiva de comunidades indígenas, ha recorrido los municipios de Oaxaca y por ello recordó cuando fue a Santa María Zacatepec, en la zona Mixteca de la Costa, Ahí, la etnia tacuate, es la única en donde el hombre viste de bordado, dijo.

Respecto a su trabajo, la doctora Lucina Jiménez López, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes lo consideró como uno de los fotógrafos que más ha registrado la tradición de los pueblos, porque hizo mucha fotografía de los pueblos desde sus influencias, pero también desde sus fiestas, de sus expresiones escénicas.

“Yo recuerdo de tus fotos, muchas que hiciste en la sierra totonaca con las representaciones escénicas que prácticamente nadie conoce, pero que suceden de manea cotidiana… Pablo ha hecho fotos de los lugares, las celebraciones más inesperadas y es testigo, definitivamente.

Pablo Méndez Hernández comentó que inició en la fotografía de manera un poco accidental, porque ocurrió cuando Leopoldo fundó el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana y don Manuel Álvarez Bravo (quien cuidaba las ediciones) necesitaba ayudante y ahí me pegué con él.

También dijo, “me dedico a la fotografía. No me podía dedicar al dibujo, ¿cómo iba a competir con un tipo así como Leopoldo? A la pintura pues mucho menos. Así que me dedique a la fotografía que estaba más cercana a mí”.

ernestina.gaitan@gmail.com

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