Olga Zvereva, una vida en tres continentes 

*Nacida en 1940 en Japón, con raíces rusas y una historia de vida única, ha enfrentado innumerables adversidades a lo largo de los años. Desde muy joven se vio atrapada en una encrucijada entre sus orígenes rusos y su entorno japonés

*Maestra de japonés, vivió periodos históricos en Japón, la desaparecida Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas y en la Cuba de Fidel Castro

*En esta entrevista la Olga Zvereva relata sus experiencias en las diferentes culturas donde ha vivido, las tragedias que vivió y como superó las circunstancias difíciles que experimentó

Alicia Alarcón

 

Olga Zvereva nació en 1940 en Japón, hace 84 años, con raíces rusas y una historia de vida única, ha enfrentado innumerables adversidades a lo largo de los años. Desde muy joven se vio atrapada en una encrucijada entre sus orígenes rusos y su entorno japonés. En 1957, tuvo que abandonar Japón junto con su mamá y su abuelo, e ir a Rusia. Entonces contaba con 17 años.

Fue en la ex Unión Soviética donde conoció a su esposo cubano, un encuentro que daría un giro significativo a su vida. Tras completar sus estudios, Olga y su esposo tomaron la valiente decisión de dejar Rusia y embarcar hacia La Habana. A lo largo de su travesía, ha experimentado innumerables desafíos y vicisitudes que han moldeado y fortalecido su carácter.

A Olga la conocí el primer día de enero de este año, celebrando el Año Nuevo Japonés, en casa de Hiroko y Virginia que, gracias a su hospitalidad y generosidad, días después se dio la conversación que hoy me ocupa.

Olga tiene una manera de vestir jovial; llegó enfundada en pantalones y blusa color marino con puntitos blancos. Es robusta, de tez clara y abundante cabellera canosa en forma de casquete. Su rostro refleja los años. Las manos poco expresivas y a la vez fuertes. Es austera. Porta solo un anillo. Cada vez que ríe deja ver una dentadura armoniosa y blanca. Tiene una voz que semeja al tono de un fagot, de donde salen palabras en español con acento cubano. De todo esto que la retrata hay una particularidad que la distingue, una intensa mirada de ojos azules, la cual ha explorado diferentes caminos en donde ha vivido.

Olga Zvereva

Una mujer con origen ruso, nacida en Japón, viviendo en La Habana y visitando México

En la madrugada del 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre en el calendario gregoriano), se produjo el legendario asalto al Palacio de Invierno, sede del Gobierno provisional soviet, en Petrogrado, Rusia donde Lenin tomó el poder, pensando en poner fin a la guerra de bolchevique. Sin embargo, esta continuó hasta 1921. Durante el proceso, el país se vio envuelto en una rebelión interna, crisis alimentaria, y pobreza. La guerra destruyó a las familias: unos se fueron, otros se quedaron. El abuelo materno de Olga Zvereva decidió por lo primero: migró a China porque como lo menciona ella misma, en esa época los rusos pobres migraban a Asia, y los ricos a Europa por la incertidumbre de la revolución.

“Mi abuelo, padre de mi mamá era campesino: analfabeta porque no sabía contar ni escribir, pero sabía manejar caballos. Su origen era muy pobre y, con mucho trabajo pudo construir su casa. Se hablaba con orgullo de eso. Pero usted sabe que, guerra no es bonito, no hay nada bueno. Mi abuelo decide salir de Rusia porque tres veces querían fusilarlo. Él vivía en los Urales. Dijo: `aquí no me quedo´, y se fue”.

El destino de la familia de Olga empezó con ese viaje sin retorno. En 1920, una vez establecido en China, el abuelo mandó traer a su esposa, y a sus dos hijos, entre ellos Daría. Sin embargo, en la planeación del viaje, la abuela se contagió de tifus y, falleció.

“Yo me imagino que eso fue horrible porque a la muerte de mi abuela, mi mamá, Daría, se quedó al cuidado de su hermanito. Mi mamá quería quedarse en Rusia, pero no podía dejar al hermano solo. Eso fue en 1920, mi mamá nació en 1900. Así que viajaron a China para reunirse con mi abuelo. ¿Qué podía hacer mi mamá en China? Empezó a trabajar en las casas como niñera. Después conoció a su primer esposo”.

Pasó el tiempo, y Daría junto con su primer esposo decidieron migrar a Japón que en ese momento había alcanzado un notable desarrollo económico (1920-1930), donde tuvieron a una hija. En esa época para radicar en Japón, que contaba con una política de migrantes, se tenía que pagar cierta cantidad de dinero para obtener derecho de residencia. Con todo y eso emprendieron el viaje y se estabilizaron en aquel país.

 

Sin embargo, la vida de Daría, sería marcada por otra tragedia, su esposo y su hija fallecerían de tifus. Quedó sola. Siguió trabajando en lo que pudo. Sin poderse comunicar porque sólo sabía ruso. Empezó a hacer negocios. En aquel entonces había gente que quería emular las formas de vestir europeo y se decide por coser ropa y vender telas. Una tienda estilo europea, pero modesta. Posteriormente, Daría conoció a Kuzma Zvereva con quien se casó y tuvieron seis hijos: dos varones y cuatro mujeres, siendo Olga la última.  La familia se asentó en Hakodate, un puerto al norte de Japón, donde la actividad principal era el comercio internacional por lo que el lugar tenía mucha influencia exterior, incluso varios países establecieron sus consulados en Hakodate.

Olga y su esposo cuando llegaron a Cuba, en los 60’s.

Olga es cauta al hablar, se queda callada por momentos…comenta que le llegan imágenes de su vida. Habla de sus hermanos, los cuatro primeros que se llevaban entre ellos, un año.

Después de un tiempo nació la quinta hermana, y al final ella, en 1940.

 

En Japón todos los europeos hombres fueron arrestados por espionaje y traición. En 1943 Kuzma fue apresado. Poco después, en una visita que Daría realizó a la cárcel, hablaron sobre el futuro de la familia, y determinaron –por consejo del padre– que los cuatro hijos mayores, que no eran tan mayores, migraran para China, a Dailing una ciudad de emigrantes rusos donde concluyeron sus primeras enseñanzas. Por su parte, Daría fue humillada por el acto cometido de abandonar a sus hijos. Pero qué podía hacer una mujer sola en un país extranjero y en guerra. Las desgracias no pararon porque ese mismo año Kuzma, su esposo, falleció en la cárcel. Daría quedó más sola que nunca, a cargo de Olga de tres años de edad, y la otra hermana. Sin embargo, Daría pensó, en su inocencia de madre, que al siguiente año se reuniría toda la familia. No fue así, ya que las relaciones China-Japón se interrumpieron sin dar tregua a que la familia se volviera a juntar. Pasados los años, los hermanos de Olga migraron a la ex Unión Soviética, en diferentes ciudades. La familia se desintegró. Pasarían 17 años, hasta que en 1957 se volverían a ver.

La entrevista duró aproximadamente dos horas, lapso en el cual Olga fue de una gran generosidad al traer a la memoria más de ocho décadas de su vida en tres continentes, y hablado en español. Un desafío lingüístico que demuestra perseverancia porque le permite conectarse con esta parte del continente americano. Por tal razón en el proceso de la entrevista quise respetar su hablar.

–¿Cómo fue su experiencia como niña de ascendencia rusa viviendo en Japón durante la guerra?

–Lo que me acuerdo … Japón era cruel, traición, no eran nada amables ni pacíficos. Pero la fuerza de Japón se colapsó el 15 de agosto de 1945. Entonces la gente perdió la esperanza. Así que, a los ojos de una niña, que era, cuando la guerra terminó, yo me burlaba, yo era tremenda.

Boda de Olga Zvereva e Idalberto León en Leningrado

“Yo era feliz, mientras mamá estaba al lado mío yo era feliz. Me acuerdo que mi mamá era luchadora, en mi casa no había lujo, pero siempre había pan, leche, mantequilla comíamos arroz… ¡A mí me encanta el arroz! Yo fui a la escuela japonesa. Pero éramos privilegiados comparándonos con mis hermanos, estar con la mamá y abuelo. Mientras mis hermanos solitos. La vida no fue fácil para nadie porque donde quiera había hambre.

“En Japón, mi mamá siguió trabajando en la tienda, donde cosía ropa, en ocasiones no había quién le comprara, y ella salía a vender. Fue muy luchadora. Yo no tengo ningún recuerdo de mi papá porque tenía tres años. Yo crecí con mi abuelo y mi mamá.  En 1957 nos fuimos en barco a Rusia mi mamá, mi abuelo y yo. Antes ya había salido mi otra hermana. Había un festival de la juventud. Y el barco que trajo la delegación japonesa de Rusia ahí viajamos. Fuimos a una ciudad que no era ciudad, la empezaron hacer ciudad, se llama Najodka. Eso fue una odisea. Después a Moscú y luego al sur: a Rostov del Don. Ahí nos reunimos con mis hermanos. Todo el mundo no podía venir en el momento. Para mi mamá fue el choque porque se fueron niños”.

–¿Cómo fue su experiencia de vivir en la URSS, después de haber salido de Japón?

–A mí siempre me gusta donde yo vivo. Fui feliz en Japón. Fui feliz en Rusia. Yo no tenía deseo de salirme, e ir a vivir a otro lado. Pero me enamoré de un cubano. Me casé y fui a Cuba.

–En ese entonces la vida cotidiana rusa ¿era diferente a la japonesa?

–Por supuesto. Aunque yo estudiaba ruso con profesores porque mi ruso no era ruso. Pasé mucho trabajo, lloré mucho. Después que terminé presenté examen en la Universidad de Lenningrado (San Petersburgo, Petrogrado, Lenningrado y ahora San Petersburgo), y me aceptaron. Buena ventaja porque yo sabía japonés. Escogí Historia de Japón. Yo terminé la carrera en Rusia, después estuve trabajando en una empresa turística que se llamaba Inturist, era guía de turista para los japoneses. Ahora ya no existe.

Olga y un amigo ruso

–¿Cómo eran sus amigos?

  • Yo tengo pocos amigos. Vivíamos felices.

 

–En la universidad conoció al que después fue su esposo.

–Sí, se llamaba Hidalberto León Bilbao, estaba estudiando Economía, en Lenningrado. Ahí nos conocimos. Nosotros hablábamos ruso. Él era muy serio. Muy responsable. Muy medido. No parecía cubano. Yo no era alegre, pero me gustaba bailar.

–¿Cómo veía en esos tiempos a la URSS?

–Yo entro a la universidad en 1959, con 19 años y aquel entonces había muchos problemas de escasez de materiales. Se hacía más énfasis en desarrollar industria pesada, maquinaria para agricultura, nunca pensaban en hacer ropa, eso era importación, era más difícil de conseguir. No había tanta variedad como en Japón… yo siempre decía que me voy de un lugar donde mejoran las cosas para luego cambiar a otro donde está peor. En 1967 yo vengo a Cuba, y nosotros paseábamos por La Habana, íbamos a restaurantes… después todo se vino abajo. En cambio, ese mismo año, mejoró cantidad la Unión Soviética. Pero la guerra nunca terminó. El 9 de mayo, de 1945, fue día de la victoria, dicen, pero no fue firmado ningún acuerdo. La guerra es una constante.

 

–¿Qué impresión se llevó cuando llegó a La Habana?

–A mí me gustó. Mi mamá falleció antes de que yo saliera a La Habana. Mi abuelo también. Con mis hermanos no tenía mucha convivencia con ellos.  Nosotros llegamos en un barco, cuando usted se acerca a La Habana con ese malecón, es bella. Con todos los defectos que tenemos ahora, las calles malas, no hay transporte, pero sigue en pie. A mí me encanta. Los cubanos son muy amables, muy serviciales. Yo tuve carro, y nunca tuve que cambiar una goma, cuando yo paraba, la gente veía y me preguntaba qué pasó, ellos me ayudaban a cambiar la goma. Muy amables siempre.

La familia. Olga Zvereva, Idalberto Leon Bilbao [papá), Idalberto Leon Zvereff y Daria Gloria Leon Zvereff

–¿Encuentra mucha diferencia de cuando llegó a la época actual?

–Bueno, usted sabe que cuando la vida se pone muy difícil, la gente cambia. Cuando tú no puedes dividir lo poco que tú tienes porque si tú das, te quedas sin nada. Pero sigue siendo bueno. Tengo viviendo 55 años en La Habana. Yo daba clases de ruso en la Universidad de la Habana. Me retiré en 1998. Había una facultad donde se preparaban a los alumnos que iban a estudiar a Rusia. Apareció luego el japonés. Hubo un momento que decidieron que ruso no hacía falta.

 

–¿En el periodo de la perestroika?

–Sí, que nunca llegó. En aquel entonces teníamos a Fidel, era un personaje muy carismático. Entonces yo nunca decía que yo sé japonés; nadie sabía que yo había nacido en Japón. El japonés fue mi salvación.  La embajada de Japón a través de una organización que se llama Agencia de Cooperación Internacional del Japón, JICA, enseñaba a la gente de los países subdesarrollados. Vino un profesor que no era profesor de idiomas como tal, un profesor de japonés que no tenía mucha metodología. Yo tuve posibilidad de volver a mi conocimiento que tenía dormido. Yo siempre leía y traía muchos libros.

 

–¿Qué experiencias ha alcanzado en estos países donde ha habitado?

–Cuando uno está trabajando, tiene familia, había momentos más difíciles. Pero se está enfrascado en la vida de corre pa´allá, corre pa´ca. No tenía tanto tiempo. Ahora yo disfruto.

 

–¿Cuánto tiempo le llevó aprender español?

–Todavía no lo aprendo. Todavía me cuesta trabajo. Mi marido me decía que hablaba sin los artículos, siempre se me pierden. Ni en ruso ni en japonés hay artículos. Ambos son idiomas bastante complejos.

Olga Zvereva en la actualidad.

–¿Cómo enfrentó su vida desde el punto de vista feminista o mejor dicho femenino?

–Las vivencias mías y las de mis hermanos fueron diferentes. Ellos vivieron cuando Japón era fuerte, y yo viví posguerra. Cuando yo me fui, sí ya había televisión, películas a color y todo eso, pero todavía faltaba mucho para que llegara Japón como está ahora. A mí me gustaba Rusia, y no puedo decir que yo estaba loca al salir de Rusia. También me gusta Cuba, más bien me gustan los cubanos, son gentiles, son alegres. Aunque difícil, uno va pensando ¿mejorará?, ¡Qué sé yo!

 

–México ¿le gusta?

–Me gusta. Mis hijos me dicen “mami vende la casa, que venga acá”. Algo he de hacer. Tengo dificultad de caminar. Eso veremos. Tuve dos hijos, los dos viven en México. Cuando mi hija se enamora y se casa con un mexicano, era una época difícil en Cuba porque estábamos en periodo especial. No puedo decir que mi hija estaba loca para salirse de Cuba porque aquella época muchos se fueron de Cuba.

 

–Estos desafíos ¿Qué significado ha tenido en su crecimiento?

–Yo no sé si yo crecí. A mí me gusta mi casa, estoy sola. A mí me gusta mi barrio. Tengo amigas cubanas, pero en pandemia hizo mucho daño. Yo en dos años envejecí cantidad porque yo no salía de la casa. Fue una época difícil.

 

–Me decía usted que no puede dejar sus libros, ¿qué le gusta leer?

–Yo no leo nada de guerra, de matazón, ni misterios. Denme libros de amor, ¡qué linda es la vida! No me gustan las cosas difíciles.

 

–¿Sería un escudo para evitar recordar pasajes dolorosos o el secreto para estar feliz?

–La vida no es tan fácil, sé que hay problemas personales muy difíciles de salir especialmente las mujeres. Yo leí todos los libros clásicos rusos, Tolstoi, Dostoievski ¡qué sé yo! Pero ahora eso no lo quiero volver a leer. Me gusta mucho leer en japonés, releo historias, y disfruto.

Olga disfrutando de la charla con la periodista Alicia Alarcón.

–¿Qué diferencia encuentra de las mujeres en cada país que ha radicado: Japón, Rusia, Cuba y México?

–Después de la guerra el movimiento de mujeres en Japón empezó a cambiar. En la oficina servían café o té, limpiaban, eso que pasa en casi todos los países capitalistas. A las mujeres no dan por su conocimiento, hoy ya las mujeres encontraron su lugar, hay respeto, y estamos en 2024. En todos los países ha sido así. En Cuba hay problemas también. En los trabajos dicen “¡Ah las mujeres se casan, van a tener hijos!”. Y no es así. Una mujer no es menos valiosa que el hombre. Fidel siempre estaba defendiendo a la mujer. Pero también las mujeres a veces no somos tan buenas como quisiéramos, muchas mujeres no dan tanta importancia a su trabajo.

“En México tiene que mejorar la situación de la mujer. Aquí hay machismos. En el idioma me da mucha risa cuando alguien dice algo bueno `¡Ay, qué padre!´, y algo malo: `¡Qué madre!´. Ahí es donde está la cosa, las narrativas. En Cuba no hay esta expresión. Pero no hay contrapartida de padre: ¡qué padre! es bueno, y ¡qué madre!, es malo. Es un vocablo activo en el lenguaje de ustedes los mexicanos. Aquí ustedes tienen mujeres preparadas. Yo no entiendo eso la situación de la mujer en México es complicadísima. El problema no es que tienen que trabajar las mujeres, sino que tienen que trabajar los hombres que llegan a entender que la persona independiente de su sexo es persona. Yo empecé a venir a México en 1993, cuando mi hija se casó, y entonces no había tanto odio hacia las mujeres. No sé qué pasó estos últimos años, es algo insoportable. Es una cantidad alta que las mujeres inteligentes fallecen ¿cómo es posible? ¡Qué riqueza de país es México! Con tantos adelantos que hay para una mujer no es fácil terminar prepa, universidad, es tremendo sacrificio para la familia, no es suficiente”.

 

Actualmente Olga visita a sus dos hijos que radican en México. Daría, en Cuernavaca. Por cierto, Daría, el nombre, tiene un significado especial porque representa una conexión profunda con la historia familiar. Al ir pasado de generación en generación desde la madre de Olga, y ahora a su hija y a su nieta, muestra el amor y respeto de la madre por su propia madre, al elegir darle el mismo nombre a su hija.

Llego al final de la conversación mencionando que Olga es un testimonio de su resistencia y resiliencia en medio de las adversidades. Ha aprendido a adaptarse a diferentes culturas, idiomas y entornos, enfrentando obstáculos y superándolos con valentía y perseverancia en cada continente recorrido.

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