Las estaciones de mi vida

Alicia Alarcón

 

Johann Schüsseleder, a quien los amigos conocemos como Hans, es mucho más que la suma de sus años y sus múltiples experiencias. Nacido en Austria en 1940, con una trayectoria marcada por la posguerra y una incansable sed de descubrimiento ha sido testigo y protagonista de grandes cambios a lo largo de su vida. Ingeniero de formación y espíritu inquieto, decidió desde muy joven explorar nuevos horizontes más allá de las fronteras de su país natal.

Inspirado por las letras de B. Traven y su anhelo de emular al famoso escritor, Hans dejó atrás su tierra natal en busca de aventuras y oportunidades desconocidas. Su viaje lo llevó a recorrer distintos países del mundo, impulsado en gran medida por su trabajo en la compañía Ericcson, donde contribuyó a revolucionar el campo de las telecomunicaciones.

Desde sus inicios en el mundo de la ingeniería, trabajando con equipos telefónicos y discos duros de 70 megabytes, hasta la actualidad donde la tecnología avanza a pasos agigantados con 132 gigabytes en un simple dispositivo de memoria. Sin duda, Hans ha sido partícipe de una verdadera revolución tecnológica que cambió la forma en que nos comunicamos y compartimos información.

Es una mañana sabatina en la casa de Hans y Gloria, su compañera desde hace dos décadas, situada en el hermoso valle de Tepoztlán, frente a cerros vigilantes, guerreros basálticos enardecidos por los rayos del sol que dibujan sombras amorfas conforme pasa el día. Al pie de estos enormes vigías crece una gran variedad de arbustos, flores, cactus y cafetales que adornan con infinita alegría el momento. La pareja nos recibe con un café de cosecha propia.

Pasamos a su estudio ubicado a un costado de la casa, desde donde se admira el verdor del paisaje. Se trata de un lugar donde convergen recuerdos: retratos familiares, óleos de pintores europeos y latinoamericanos, esculturas, discos, libros, enciclopedias, y una interesante colección de artefactos telefónicos como un Taxen (1892), teléfonos de pared, de candelabro, un videotex, entre otros.

La palabra fluye; su acento extranjero logra describir y narrar escenas de su vida, queriendo recrear esos momentos un tanto con los retratos y los objetos que nos rodean. Los brazos los extiende, eleva las cejas, las arrugas se contraen, y sus pequeños ojos azules miran con nostalgia algunos objetos del estudio; pinturas de cada país donde ha estado, entre ellos un cuadro que data de 1910, de origen húngaro, que reproduce la imagen de tres mujeres, la más joven tiene cargando en sus piernas a un niño, el cual relaciona con su mamá que nació en 1912.

 

Hans evoca: “El padre de mi mamá murió en la Primera Guerra Mundial, y murió en 1914. La mamá de ella se casó con otro. Eran siete hijos, cuatro del nuevo y tres del primero. Mi mamá notaba que no había diferencia entre ellos. Yo quería decir que encima de la puerta había un cuadro, mi abuelo murió en tal fecha en un lugar que ahora es Ucrania, y murió para Dios, el emperador y su patria. Ese cuadro es el anuncio que decía que se había muerto. Lo tengo en la memoria. Lo veo frente de mí”.

 

De la colección destacan cuadros de Camilo Minero, pintor salvadoreño que conoció personalmente. Hans señala una pintura de un paisaje boscoso, esta es una copia de un discípulo del pintor ruso, Iván Shishkin, singular riqueza de detalles de la naturaleza. Nos comenta que el original está en el Museo Nacional de Moscú.

 

Recuerda que, en 1945, a la edad de cinco años, los alemanes huían sin sus armas y tanques, habían sido abandonados en todo el pueblo, “como niños jugábamos a la guerra. Yo tuve varios amigos que murieron porque estaban luchando con armas verdaderas. Después de la guerra, la parte donde vivimos fue ocupada por los rusos. Otra parte de Austria por los gringos y otra por los franceses, así como Alemania. Para nosotros al lado de la casa, estaba la administración rusa y tenían películas rusas y nosotros activamente tratando de luchar contra los rusos. Ellos dominaban todo, el alcalde de la ciudad era un comunista. A pesar de que estaba ocupado por los rusos, los austriacos no los querían”.

–¿Qué influencia ha tenido en tu vida la figura femenina?

–Yo no estuve pegado a mi madre. Yo muy joven fui muy independiente. Cuando mi mamá ya tenía 80 años, yo entendí lo importante que ha sido mi mamá en todo aspecto. No solamente que me dio la vida. pero también yo pensé que yo me estuve educando yo mismo. Yo nunca conté a mis padres. Yo tuve mi vida propia a corta edad, y por separado y no siempre de acuerdo a lo que ellos querían. Esa ahora es una confesión y es muy raro.

 

-Ahora tú tienes la edad de tu mamá.

-Ha pasado algo que me hizo pensar. Mi mamá viene de campesinos, había tiempo difícil. Te conté que mi mamá tuvo en su vida 14 cirugías en una pierna, y sin anestesia. Ella tenía siete años cuando el médico le hizo la operación. Ella muy poco iba a la escuela. La escuela estaba a 10 kilómetros. Con nieve, muy alta. Era una vida muy difícil.

Hans cuenta de las dificultades vividas antes de la Segunda Guerra, ya había una guerra civil en Austria, en 1934, en Viena estaban llegando con camiones los socialistas contra los conservadores. Los conservadores tenían el apoyo de Mussolini, la mayoría de los campesinos eran conservadores y cercanos a ellos. El papá tenía un taller de sastrería, el negocio quebró. Después se fue a trabajar a una fábrica, donde su pensamiento se politizó a favor de los socialistas. Esto le valió a la madre estaba enojada por la decisión de mi padre. Pero cuando mi madre tenía 84 años había muchas cosas en la política que no le gustaban, y me confesó que no era justo lo que hacen. Y lo que ella había votado toda su vida, cambió a favor de los socialistas en esa edad. Eso me hizo pensar que ella sí estaba consciente de que había cambios y de que no todo era bueno”.

 

–En tu juventud decides migrar.  ¿Ya tenías decidido qué querías de tu vida?

–Yo quería salir, quería ver otras cosas. Yo tenía 18 años, tenía una licencia de conducir, y con mi motocicleta viajaba a Holanda a visitar a una amiga. Eso fue lo primero. Yo ya había aprendido holandés gracias a que ella; me mandaba libros. El mismo año comencé latín e inglés. Estudié Ingeniería Mecánica, era en contra de mi papá porque él quería que yo fuera sastre. Lo interesante es que hasta ahora me di cuenta porque cinco generaciones; del lado de mi padre eran maestros de sastrería, esto empezó en 1800. Mi segunda hermana aprendió sastrería y trabajó en eso. En mi juventud estuve leyendo todos los libros de B. Traven, era en su tiempo el más traducido de lengua alemana y más vendido.

 

–¿Es B. Traven o Bruno Traven?

–No es Bruno Traven. Es B. Traven.

 

–Este escritor fue todo un misterio, algunos piensan que fue ficticio.

–No es ficticio. En la primera guerra y en la posguerra era redactor en Jefe de una Revista que se llamó Ziegelbrenner (que significa el que quema los tabiques). Era anarquista y tenía en aquel tiempo otro nombre, Ret Marut. A mí de joven me fascinaron los libros de B. Traven. Yo quería conocer el mundo. La primera vez que salí de Austria, yo tenía 18 años.

 

A propósito de lo explicado por Hans, hay una entrevista realizada a Rosa Elena Montes de Oca Luján, hijastra del escritor; señala que, B. Traven hubiera preferido que se le conociera como escritor mexicano que vino de Alemania, a insinuar que era un escritor alemán que vivió en México. El texto refiere que nació, probablemente en Estados Unidos, el 3 de mayo de 1890. Su madre era Dorothy Crove, una actriz alemana, y su padre Burton Torsvan. En lo que no hay duda es que sus datos de identidad él mismo los alteraba pues era una forma de ocultarse. (https://www.gaceta.unam.mx/b-traven-el-mexicano-que-vino-de-alemania/3 de abril 2024)

–¿Cuál fue tu experiencia laboral y personal en cada uno de los lugares en los que radicaste?

–Fue muy diferente. Me voy a Suecia como practicante. Trabajé ahí. Estudié. Estuve como 4 años. La misma empresa había un puesto para irse para el extranjero. Yo busqué eso. Salí de ahí. Cuando salí de Suecia me fui a Holanda y estuve como siete meses y me encantó el lugar. Yo hablaba holandés gracias a mi amiga que ya no me quería. Después cuando me mandaron a América Latina, llegué a Costa Rica. El vuelo pasó por México. Estuve una noche en Ciudad de México, no me gustó para nada. Era la primera confrontación. Fue tan raro eso porque yo tenía mucha esperanza y deseo de conocerla. Yo tenía una maestra que era media sueca y mexicana. Hablaba mucho de México, incluso el hotel al que llegué fue por recomendación de ella: hotel Alfaro, no sé si existe todavía.

 

–En Ericcson estuviste trabajando de 1961 a 1980.

–Casi veinte años trabajé en Ericcson. Me fui a Costa rica donde estuve cinco meses, y de ahí a El Salvador. Mi amigo salvadoreño que había conocido años antes en Estocolmo, en un entrenamiento, era responsable para la central telefónica. Combinamos muy bien. Desde el primer día que llegué me hizo conocer a todos los amigos de él, y ellos han sido mis amigos desde 1966 hasta ahora. Ya se han ido algunos, otros existen, algunos enfermos, o sordos pero esa amistad continua. Gloria lo conoce. Cuando yo cumplí 70 años festejamos juntos en El Salvador.

–Luego de El Salvador, regresaste a México. ¿Qué fue lo que te hizo quedarte?

Cuando llegué a México por segunda ocasión, me encantó. Yo iba en auto de El Salvador a México. Tenía un Mercedes que aquí en México, en aquel tiempo no existían. Me lo estaban lavando y no me cobraban porque decían que un auto tan bello no lo cobraban porque eso aquí no lo había. México era, por decir, exótico; me encantó la música, los tríos. Yo estuve un tiempo en Córdova, viviendo en Fortín de las Flores, tenía el Pico de Orizaba en frente, eso era grandioso. Después me fui a trabajar a Celaya.  

–¿En qué consistía tu trabajo en México?

–Las centrales de teléfonos eran máquinas complejas. Eran muy avanzados mucho más que en Estados Unidos. Esas centrales de teléfonos sabían mucho más de dónde llegaba la llamada y para dónde iba. En aquel tiempo se hizo algo que se llamó talkticketing. Era una novedad que en Austria no existía. Eso sí se tenía en México, era bien avanzado, había mexicanos que eran especialistas. Ericcson era uno de los dos operadores; el otro era Teléfonos de México, y otro operador que era la ITT. No había comunicación entre los dos. En el DF, no sé si tú te acuerdas, los negocios tenías dos teléfonos; uno de la compañía mexicana, y otro de la Ericcson. No había conexión entre los dos. La conexión se hizo cuando Ericcson fue comprado por Axel Wenner-Gren.

En nuestra conversación “brincó” el nombre de este personaje, que bien pudo haber sido sacado de una historia ficticia.  Hans dio datos valiosos pocos conocidos. La plática se alargó un poco más, pero valió la pena. Aquí dejo una probadita de quién fue Axel Wenner-Gren, poderoso magnate de la industria y las finanzas bajo sospecha de colaborar con los nazis, un hombre visionario y arrinconado en el olvido.

 

Axel Wenner-Gren empresario sueco y uno de los más ricos del mundo en los años 30 del siglo pasado. Llegó al país en 1941. Los hermanos Ávila Camacho lo invitaron a venir a México. Fue dueño de la naciente compañía Teléfonos de México, misma que fusionó las empresas Ericcson y Mexicana. Pero no sólo eso, tenía en su poder diarios, bancos y fábricas de armas. En el país, adquirió terrenos en diversos estados, pero el más conocido es el ubicado en Morelos: Rancho Cortés al norte de Cuernavaca, donde existió el ingenio de Axomulco, del siglo XVI. En los años 40´s, esos terrenos con el casco de la hacienda fueron adquiridos por el empresario sueco. Se dice que la terminó de construir en 1942, y en su momento innovó en la jardinería, ya que contaba con el apoyo de Mario Oguri, un jardinero de origen japonés.  Axel Wenner-Gren murió en 1967, exactamente cuando Hans llegó a trabajar a Teléfonos de México.

–¿En qué país te has sentido bien para vivir?

En todos, hasta en la Unión Soviética en donde viví en los tiempos de Breznev. Los límites de libertad eran muy fuertes. Había 50 ingenieros de Suecia y como 400 empleados locales de Rusia que trabajaban en el proyecto para la automatización de la telefonía. Eran trabajos en Kiev, Rastovk Natanook, y en Kajastan. Se instalaban centrales intraurbanas. Era el proyecto más grande que la Ericcson había tenido en ese tiempo. Yo estuve viajando mucho entre esos lugares. Me dieron un apartamento en Kiev, era algo muy raro para un extranjero.

Después de tres años en Rusia, busqué trabajar en El Salvador, y al mismo tiempo en Haití. Me mandaron como jefe de proyecto en ese país, estuve dos años. De allá me buscaban para ir a Panamá, donde fui jefe de una compañía por tres años. Hice un viaje en el verano en Austria. Yo nunca había trabajado en Austria y me gustó. Era bella. Había un trabajo en Praga, y me quedé ahí. De Praga yo iba a Austria. Era tiempos del comunismo, las fronteras eran muy vigiladas. Me pasó algo muy difícil. En la frontera entregué el pasaporte, me dijeron su pasaporte, yo ya lo había entregado. Era el pasaporte de mi hijo el que había entregado. Tuve que regresar 150 kilómetros, que en aquel entonces era muy complicado la movilidad, a buscar mi pasaporte.

–Tu mamá había cambiado de parecer, después de muchos años. Al recorrer tantos países ¿tu pensamiento ha ido cambiando? ¿Esos ojos que vieron por primer a vez a Costa Rica, El Salvador, Panamá, Rusia, Venezuela, México son los mismos de ahora?

–No. Me hice la transformación. Después de la guerra como dije Rusia y la zona rusa estaba muy atrasado con la zona gringa. Para mí los gringos, entonces eran grandes maestros. Hasta que pensé en emigrar a los Estados Unidos porque esa gran nación es lo máximo. En mi pueblo habían pintado en un puente “I me come home”. Yo pensé ¡¿Cómo es que los gringos

se van?!”. Ellos son los buenos. Como pueden estar en contra de ellos. Hasta en 1973 todavía yo creía en ellos. Pinochet puso en orden todo. Como Allende había planeado la economía. Eso lo puedo explicar con lo que viví después de la guerra. Mucho de lo malo del mundo son los gringos. Todo lo que han hecho en 1904 ocuparon Haití. En El Salvador quisieron hacer reformas y ellos intervinieron. ¿Sabe qué fue que yo cambié? la guerra contra Irak. Esa fue la primera vez que estuve protestando, y eso me abrió los ojos cuando estaba la guerra en Irak.

–Así como has migrado de país, también has migrado en las telecomunicaciones.

–Es increíble todo este cambio. Fascinante porque después de Praga, busqué un trabajo de chiste, en Austria. Me ofrecieron un sueldo mejor en la ITT (International Telephonic Telegraphic). Me pusieron a trabajar en equipos de datos en 1980, una terminal pública de información, que era como el internet. Era un equipo para el escritorio. Era lento porque trabajaba con un MODEN a través del teléfono. Allá hicieron un piso con una central con una computadora que vino de Inglaterra con discos duros grandes de cinco niveles, tenían 70 mega bytes. Ahora tenemos 132 gigabytes en un stick es increíble. Eso era una revolución. Ese desarrollo es increíble. Cuando yo estuve trabajando en Rusia, en 1971, tenía que hacer reportes de los trabajos y tomaba mucho tiempo todo mecánico. En el 1972, cuando llegué a Panamá compré una calculadora electrónica que solamente sabía multiplicar. Cuando regresé de Panamá a El Salvador todos se admiraban de esa calculadora.

–Y ahora en 2024, ¿te impresiona todo lo que hay en tecnología?

–Ericcson inventó el celular, aunque ahora no lo hacen. Todo el sistema que Telmex tiene, viene de la Ericcson, todavía. Eso es la inteligencia a través del sistema celular; la división en celdas la hizo Ericcson. Hablan mucho de los chinos, pero los chinos tenían una oficina de desarrollo a unos metros de la Ericcson en Estocolmo, que reclutaban a la gente de allá, pagándoles mucho mejor, y copiando lo que la Ericcson realizaba. Ericcson era muy bueno, inventó el rooming, la tarjeta SIM, el bluetooth. Cuando estuve trabajando por segunda vez en la Ericcson, el bluetooth no tiene un origen tecnológico. Tampoco se corresponde a unas siglas. El nombre procede del rey danés y noruego Harald Blåtand, cuya traducción al inglés en Bluetooth.

Gracias por esta conversación, Hans, al compartir las estaciones de tu vida.

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