La vida privada a punto de desaparecer por la intromisión de la tecnología

Así lo señaló David Huerta, académico de la FFyL de la UNAM y premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura

“Cruzan nuestras vidas, como si fueran rayos inclinados en todas direcciones…”, así describe David Huerta a la modernidad y la tecnología.

“La primera calamidad que veo es algo que por desgracia sucede ya: la abolición de la vida privada por la intromisión de las máquinas en nuestra existencia. Aunque no tengo nada en contra de las redes sociales, no estoy en ellas, porque terminarían con mi tiempo de trabajo y lectura; mis necesidades comunicativas están cubiertas por el teléfono, los encuentros personales y el correo electrónico”, compartió el docente de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

Huerta, que se define fundamentalmente como lector, chilango de raza, poeta y profesor universitario, recibió recientemente el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura, el cual compartió con Felipe Garrido y Yolanda Lastra.

“El premio, como su nombre lo indica, lo otorga la nación; es un honor inmenso, un reconocimiento a la tradición poética de México a través de una generosa equivocación del jurado. He trabajado muchos años, es un reconocimiento a la perseverancia, al tesón, a la tenacidad”, abundó.

Vivir en poesía

El universitario recordó a sus maestros y mentores, como Carlos Illescas, de Radio UNAM, y a Juan José Arreola, a quien le profesa admiración por el diálogo literario que aún mantiene de manera póstuma y a quien denominó un escritor total por su condición de artífice y orfebre debido a la labor de los textos, trabajados con una gran inteligencia formal.

Asimismo, reconoció la influencia y enseñanza de Antonio Alatorre, “la mente literaria más brillante y completa que ha dado México en los últimos 50 u 80 años. Soy su lector fiel; asistí a sus clases pero por desgracia no puedo decir que haya sido su discípulo. Sus textos cambiaron mi vida y modificaron muchos puntos de vista”.

Aunque la alternativa en la órbita de las letras le fue concedida por Rubén Bonifaz Nuño con la publicación de su primer libro, “El jardín de la luz” (1972), fue su padre, Efraín Huerta, quien de manera natural le abrió los principales caminos.

“Crecí al lado de mi madre, que fue la que me formó de manera directa, pero eso no quiere decir que mi padre no estuviera presente; en mi adolescencia tuve una relación intensamente literaria con él. La gran diversión de niño era ir al cine y al futbol a ver al Atlante, pero fue en el ámbito universitario cuando la relación con las letras se intensificó. No es exagerado decir que mi padre murió sentado frente a su máquina de escribir”, relató David Huerta.

UNAM musa

Lo que pasa en poesía en la Universidad debe aquilatarse, por la gente que ha trabajado aquí; Jaime García Terrés, Rubén Bonifaz Nuño, Carlos Illescas, Juan Bañuelos y todos los grandes poetas en México han tenido alguna relación con esta institución. Ramón López Velarde fue profesor de la Preparatoria y ahí les dio clase a quienes conformarían la generación de los contemporáneos, entre ellos José Gorostiza y Bernardo Ortiz de Montellano, refirió.

Así, continuó, a lo largo del siglo XX la UNAM ha sido fundamental para la poesía; las grandes ediciones que se han hecho en México, sobre todo de los clásicos, son libros canónicos, lecturas extraordinarias, y se han fraguado aquí.

“Por ello, para mí el trabajo con los jóvenes es tan importante como escribir mis propios poemas. Así ha sido durante largo tiempo, me considero tanto profesor como poeta, 50 y 50 por ciento.

“Disfruto mucho preparar y dar la clase. Probablemente idealice a los muchachos, pero me interesa lo que les pasa por la cabeza y el corazón; son una parte fundamental de mi vida, no hay nada más hermoso que verlos prosperar en el ámbito académico y literario. He visto cómo se convierten en investigadores, profesores, escritores y poetas”.

Ante esto, el académico de la FFyL les sugirió explorar el sentimiento y las emociones tanto como puedan, pero al mismo tiempo desconfiar de ellos, porque no se hace un poema con sentimientos y emociones únicamente, hacen falta inteligencia y trabajo y, sobre todo, palabras.

David Huerta expuso que uno puede vivir de la cuna a la sepultura, como decía Quevedo, sin tocar un poema; sin embargo, la poesía nos halla, está ahí aunque no queramos, la buscamos y la encontramos.

“Lo que hace falta es vivir una vida plena del espíritu, tener agua potable, vestido, techo, comida, educación, la letra en el ojo, pero no una cosa antes que otra, sino simultáneamente. He visto vivir vidas sin poesía, lo que me irrita es que se haga héroes a los pillos, en ello no hay la menor poesía, y la que les han querido adosar, como los narcocorridos, son verdaderamente nada, me inspira un gran rechazo.

“Eso no significa que en la poesía no haya violencia, por ejemplo, en ‘La Ilíada’ hay más violencia que en cualquier periódico de nota roja”, concluyó.

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