La impiedad

La impiedad /Debates y Deslindes.
* “Los detuvimos, los entregamos, los asesinaron, los quemaron, los molieron y los tiraron al rio”
Gabriel Pereyra
La impiedad es lo opuesto a la piedad. Los impíos manifiestan:
deshonestidad, crueldad, falsedad, son opresores, perseguidores de los piadosos ignoran la observación pública religiosa o de culto. Pensé que era la falta de misericordia y de compasión, que era la crueldad humana y la falta absoluta de valores sobre la dignidad de la persona, el respeto a la vida, a las leyes y a las personas. La violencia de los humanos no es nada nuevo, aquí en México se han roto las barreras entre crimen organizado y autoridades para ejercer la violencia y existe un nivel de complicidad que pone a la población en un estado de indefensión absoluto.
Mario Vargas Lloza afirma que “A diferencia de los animales, que sólo matan para alimentarse o defenderse, el hombre mata también por codicia, por celos, por envidia, por apetito de poder, por fanatismo, prejuicio, racismo, estupidez o una inclinación irracional de su ser a destruir y hacer daño a los otros. Eso es el mal. Su origen es controvertido y sus manifestaciones en la vida privada y pública de sociedades y naciones son infinitas. Los creyentes presumen que nació con el pecado original, aquella culpa y castigo con que se inicia la vida en el paraíso terrenal. Los no creyentes lo llaman la pulsión o instinto tanático, atracción por la muerte que se disputaría con el eros, el amor a la vida, el alma de los seres humanos. En todo caso, sea cual fuere su fuente, el mal siempre ha estado ahí, irredimible, indiferente al progreso material y científico, incansable en la civilización y en la barbarie, sembrando dolor, frustración, odio y muerte a lo largo de la historia”. Hasta aquí la cita. México está viviendo una de esas etapas de barbarie, lleno de odio, frustración y muerte.

La historia de la violencia es la historia de la humanidad cuando un grupo llega a conquistar un territorio y los que lo habitan no siempre lo permiten, hay violencia por el poder porque los guía una ambición mal sana y de muerte porque no les importa asesinar, degradar, exterminar a grupos étnicos enteros, para satisfacer sus ambiciones. Así ha sido siempre, desde que Adán mato a Abel. Nosotros en América Latina hemos leído con los pelos de punta, la barbarie de la colonización, Hernán Cortes a su estrategia militar, unió sus dotes de torturador quemándole los pies a Cuauhtémoc, el emperador azteca. En Perú, Pizarro no se quedo atrás y esclavizo a los incas constructores de la civilización andina. Las diversas órdenes religiosas que vinieron a la conquista espiritual, traían un catecismo, un puñal y una hoguera que utilizaron, para acabar con algunas que se oponían a la conquista espiritual y que aplicaron el puñal a otras órdenes religiosas que les disputaban sus zonas de influencia.
La violencia y la destrucción de una persona o un grupo étnico ha tenido objetivos distintos a lo largo de la historia nosotros hemos vivido parte de los grandes totalitarismos que dominaron el siglo XX y las conquistas coloniales, los desastres de la era poscolonial emergente del imperialismo europeo. Vivimos el hitlerismo, el fascismo italiano, los asesinatos en masa de Francisco Franco, el maoísmo, los crímenes de los gorilas militares sur americanos: Pinochet en Chile y Videla en Argentina. Crímenes monstruosos.

México está metido en una espiral descendente en el que se ha perdido el respeto por la vida humana. Es moneda de cauce la violencia institucional del estado, el asesinato extrajudicial, el linchamiento, el tráfico de armas, de personas, migrantes y nacionales, estamos desde principios del siglo XXI metido en un baño de sangre nacional que ataca a todas las clases sociales. Nunca como ahora hay una violencia generalizada que lesiona a más de 35 por ciento de la población juvenil.
La violencia mexicana sorprende porque el Estado como entidad reguladora de la vida social ha desaparecido. Lo que es nuevo es la impunidad, la violencia generalizada en la que participan policías municipales, estatales federales y el ejército nacional. El número de víctimas aumenta, cada día despertamos con un nuevo acto de violencia que nos horroriza. Los nombres de Chihuahua, Coahuila, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Morelos, Tamaulipas la misma Ciudad de México son estados que viven bajo el signo de la violencia permanente
Felipe Calderón introdujo la idea de que los asesinatos en su gobierno se realizaban entre los mismos capos y narcotraficantes, y eran por el control de los territorios en los cuales el Estado, con mayúsculas, no existía. Al poco tiempo se descubrió que los detentadores del poder ejecutivo y judicial, presidentes municipales, gobernadores, diputados, jueces estaban implicados con el narco. Los policías detenían y entregaban a las personas a los asesinos, los gobernadores protegían a grupos de asesinos y narcos, quienes les habían ayudado para su campaña política; los jueces tenían establecido un sistema que permitía, que al llegar la sentencia, el expediente estaba lleno de errores, había que dejarlos en libertad. Era un esquema perfecto de operación.
Dice Héctor Aguilar Camín: “Las guerras de El Chapo Guzmán y del Mayo Zambada son las más mortíferas: explican el 67% de los asesinatos de aquellos años, más de 40.000 muertes violentas. El grupo criminal, los zetas, se despliega por todo el país, reclutando aliados locales y sometiendo a competidores por el método común del terror. Su dilema es plata o plomo, colaboración o ejecución. Amplían sus intereses criminales. No solo quieren asegurar las rutas del narcotráfico, también quieren controlar los territorios para ejercer en ellos la industria de la protección: extorsión, secuestro, derecho de piso y de pernada”.

El actual presidente Enrique Peña Nieto saco de las primeras planas y de los discursos oficiales el tema de la violencia entre bandas y narcotráfico que tanto había utilizado el panismo para lavarse la cara. Al poco tiempo le estallo en las manos que en la ola de violencia participaba también el Estado Mexicano en múltiples formas de complicidad. La crisis de Michoacán en este sexenio demostró que las autoridades estaban coludidas con el crimen organizado, lo mismo paso con las matanzas de San Fernando, Ayotzinapa, Tlatlaya, los levantados en la Ciudad de México, en la Zona Rosa; los crímenes en Piedras Negras donde se incineraban personas en la cárcel del Estado y Allende en Coahuila, los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua; las muertes brutales en la colonia Narvarte, de la hoy Ciudad de México, y el crimen contra los jóvenes de Tierra Blanca Veracruz demostraron la complicidad y putrefacción que existía entre policías, autoridades municipales, estatales, nacionales y las bandas del crimen organizado y del narcotráfico.
Se han borrado las barreras entre Estado y crimen organizado. En 2011 la proporción de homicidios llego a 23.5 por cada 100.000 habitantes, cerca de 27 mil asesinatos en un año. La cifra calculada en Guerrero en 2014 es de 20 mil asesinatos. En 2015 se habla de 126.5 homicidios por cada cien mil habitantes, sin embargo los crímenes contra los jóvenes y las mujeres aumentan, representan un 38 por ciento de las victimas de homicidios. La violencia contra las mujeres, va en aumento. Parece ser que la virilidad de ciertos hombres solo se afirma golpeando a una mujer, humillándola y degradándola y asesinándola. Son enfermos mentales. Las cifras altísimas para un país que teóricamente vive en paz y no tiene ninguna guerra declarada.
Detrás de toda esta tragedia, está la degradación que ha vivido la sociedad mexicana y sus habitantes, la espiral descendente en que estamos metidos, la crueldad y la saña inhumana e inmisericorde con que actúan los asesinos de ambos bandos. Están la forma de las ejecuciones y el trato a los muertos. ¿Qué tipo de persona se necesita ser para detener a otra, entregarla a sus verdugos y ver como lo asesinan? ¿Quién es capaz de matar meterla los retos en un tambo con diesel y prenderle fuego?. ¿Quién es capaz de sacar los restos y ponerlos en una trituradora de caña para molerlos? El relato del policía de Tierra Blanca Veracruz, es de una parquedad y desprecio por la vida humana absoluto, son solo dos líneas: los detuvimos, los entregamos, los asesinaron, los quemaron, los molieron y los tiraron al rio”. ¿Qué enfermo mental es este policía?, ¿que tiene en el cerebro?, ¿cómo puede llegar a su casa después de participar en estos hechos y dormir junto a su mujer y sus hijos?; ¿a cuantos más había levantado y entregado? ¿En cuántos crímenes de este tipo participó?, ¿cómo pudo llegar a este grado de bestialidad e indiferencia con sus semejantes?. Verdaderamente son caso de psiquiatra. Escribo este día horrorizado por el relato de estos policías supuestos guardianes del orden. No basta el infierno, si existe, para que paguen su culpa por el desprecio a la vida humana. ggpereyra@hotmail.com

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