La Alianza chapulinera

Salvador Flores Durán

La búsqueda de impunidad es la mayor motivación de la recién creada Alianza progresista. Algunos de sus integrantes tienen una larga cola que les pisen y no dejaron muy buenas cuentas en sus estados. De hecho, algunos corren peligro de calentar tabique por la rapacidad y saqueo que dejaron a su paso. Robaron como en las viejas épocas del PRI, pero ahora la impunidad hay que ganársela o comprarla bastante cara.

Ante un PRI en proceso de desaparecer del mapa político electoral, quienes se enriquecieron hasta el hartazgo ocupando altos cargos en los gobiernos federal y estatal, ahora buscan cobijo en Morena y otros partidos.

Los expriistas buscaban a toda costa sumarse a la candidata morenista Claudia Sheinbaum. Pero algo prendió las alarmas. Morena cargaba ya con la anomalía de cobijar a políticos desprestigiados que huyeron de su partido cuando el barco se está hundiendo porque es más redituable el papel de esquirol.

 

Desde Oaxaca, Salomón Jara fue uno de los principales opositores a que expriistas se integraran a la campaña de Claudia, porque eso les permitiría ocupar cargos en el próximo gobierno federal, y aun cuando fueran mínimos, la ganancia sería la impunidad. Salvarse de no responder al saqueo de las arcas estatales.

Muchas voces desde el interior de Morena se oponían a que los “apestados” llegaran a “sumarse” y ocupar espacios de quienes han militado toda la vida en la izquierda. El equipo de la candidata evaluó bien el “beneficio” que tendría recibir a los tránsfugas, chapulineros, que buscaban de cualquier manera acercarse a la candidata, buscando tomarse una foto con ella para dar la impresión de que eran muy importantes para la abanderada morenista. Pero, ¿qué sumarán a Sheinbaum? ¿desprestigio? ¿votos? ¿casas?

Ante ello, no les quedó otra que crear su Alianza por la impunidad, impulsados por su “inmenso amor a México”. No están dentro de Morena pero son “soldados, a las órdenes de lo que diga la candidata”.

A pesar de la bendición desde Palacio Nacional, (“todas las alianzas son buenas si son por la transformación”), la candidata sabe que serán un lastre, pero los soportará como a un pariente indeseable, por lo menos hasta que gane. Y luego ya verán, dependiendo del uso, tal vez pragmático, que quieran dar a los expedientes que tiene guardados el gobernador Salomón Jara. En política no todo lo que se arrima, suma.

Ninguno de los tránsfugas tiene un cargo asegurado con Claudia Sheinbaum, quien dijo que la posibilidad de que ocupen uno se analizará en el futuro.

Perlas de pragmatismo político: no hay que juzgar a los aliancistas por su pasado “aunque en un tiempo se hayan portado mal, pero deciden cambiar y terminar en el último tramo de su vida ayudando, siendo consecuentes, pues adelante”.

Igual hubiera sido que firmaran su adhesión en el Auditorio Guelaguetza. Todo sea por no calentar tabique.

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