Gabriela Vargas Cetina: música y antropología performativa

Marytere Narváez
Mérida, Yucatán.- Sembradora de plantas en un ejido henequenero de Yucatán, bailadora del powwow en Canadá y trovadora yucateca han sido solo algunas de las facetas que Gabriela Vargas Cetina, profesora investigadora de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) y miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), ha vivido a través de la antropología.

A nivel internacional, Gabriela Vargas es autora de textos innovadores en la disciplina antropológica que van desde la teoría social posestructural hasta el estudio de formas de organización social, aunque describe su formación como la de una “antropóloga clásica”.

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, la investigadora narra que su motivación por la investigación antropológica nació durante su adolescencia, cuando trabajó en el departamento de turismo del municipio de Valladolid —del cual es oriunda—, donde colaboró como traductora de un grupo de antropólogos canadienses en su viaje por Guatemala.

“Yo tenía que hacer todo tipo de preguntas y me gustó mucho lo que hacían, al final ellos no hicieron gran cosa con el trabajo realizado en Guatemala, pero a mí me sirvió para conocer la antropología a través de la investigación”, afirmó.

Música por accidente

Gabriela Vargas Cetina música y antropología performativaDurante su estancia en San Cristóbal de Las Casas se desempeñó como directora del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS Unidad Sureste), Centro Público de Investigación Conacyt. Por las noches se desconectaba de sus labores académicas, tomaba su guitarra eléctrica, su amplificador y se encontraba con un grupo de músicos para tocar jazz en un club.

“Empecé a estudiar música por casualidad, mucha gente no sabía que la persona que tocaba en la noche era la que en la mañana se dedicaba a trabajar en el CIESAS, tan es así que una noche un músico me dijo: ‘Oye Gaby, ¿ya viste que la directora del CIESAS se llama como tú?'”.

La investigadora confiesa que muchas veces no conectaba los dos lados de su personalidad, hasta cierto día de discusión acalorada en el CIESAS. Al ver que nadie llegaba a un acuerdo, Gabriela se retiró con hartazgo hacia su casa, cogió su guitarra y se dirigió al club.

En el bar se encontró con un músico nuevo, maestro del baterista de su banda, quien indicó en el local que el nombre del grupo era uno distinto al nombre que habían elegido de común acuerdo. “Oigan, ustedes, ¿y quiénes son estos que van a tocar?”, preguntó Gabriela a sus compañeros, quienes se sorprendieron del cambio de nombre. Con la llegada del saxofonista —líder de la banda— y el desacuerdo en la selección de canciones impuestas, el lío se desató.

“Por algo vine a tocar aquí, pensé, digamos que mi idea era que la música balanceaba las cosas que pasaban en la mañana, pero estaba pasando exactamente el mismo conflicto que pasaba del otro lado; terminó que no tocamos, todo el mundo se molestó, tomé mis cosas, me fui a casa y me senté a escribir mi diario de campo”.

De esta manera comenzó a escribir sobre la música en Chiapas. Accidentalmente, los dos lados de su vida estaban en el mismo tipo de conflicto, lo que la llevó a pensar que uno no era tan diferente del otro.

“‘¿A qué se debe?’, me pregunté, empecé a tomar notas de lo que estaba pasando, a buscar otros grupos, hablar con los sindicatos de música y escribía sobre ello casi naturalmente, como ya estaba trabajando con organizaciones fue fácil para mí encontrar las organizaciones de la música en Chiapas, que eran muchas y con música muy variada; lo que fui encontrando es que había distintas escenas musicales, que uno podía entrar a una, salir y entrar a otra, pero que era muy difícil estar en dos, y empecé a preguntarme ‘¿por qué es tan complicado?'”.

En su trabajo de campo encontró que había tres grupos principales: los indígenas, los ladinos y los extranjeros —entre quienes ella se encontraba— que eran todos aquellos que no fueran de Chiapas. Dentro del grupo de los ladinos estaban los coletos, la gente de San Cristóbal “o los menos extranjeros, digamos, los que son de la casa”.

Cada tipo de música estaba relacionada con uno de estos grupos, lo que la llevó a asociar la situación étnica con el sistema operativo Windows, donde uno entra a distintas ventanas que pueden permanecer abiertas al mismo tiempo sin poder navegar de manera simultánea en todas. El resultado de este trabajó se tituló Melodías híbridas: música y músicos en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en el que siguió las líneas epistemológicas propuestas por Donna Haraway sobre el cyborg, las máquinas y las visiones de mundos posibles como objetos de instrumentos de poder.

“Fue un artículo muy extraño, en México dio muchas vueltas antes de lograr ser publicado porque todo el mundo decía que era una tontería, pero pensé que tenía que haber un lugar para alguien que piensa de la manera en que yo pienso; tampoco había estudiado música sino procesos políticos de formación de grupos, por lo que me pareció que la música también podía verse así”.

Trova yucateca, modos performativos y organizaciones

Tras adquirir la plaza de profesor investigador en la Uady, Gabriela confiesa que tanto a ella como a su esposo, el antropólogo Steffan Igor Ayora, les atrajo que “aquí todo el mundo era muy yucateco” y su inclinación por la música la orientó a mirar los fenómenos relacionados con la trova de la entidad.

Gabriela Vargas Cetina música y antropología performativa 1“Es muy fácil navegar el mundo de Mérida si eres músico, puedes tocar con cualquiera, lo que te permite entenderte rápido con la gente y pensé que esa era una manera en la que podía adaptarme rápido y hacer investigación; fue así que me dediqué a ser trovadora por muchos años”.

¿Por qué esa música es yucateca?, ¿qué quiere decir que sea música yucateca?, ¿cómo decidieron que eso era música yucateca? Fueron algunas de las preguntas principales que dieron inicio a su trabajo. En el estado, la trova ha sido apoyada por la Asociación de Amigos de la trova Yucateca, A.C., el Museo de la Canción Yucateca, la Liga de la Acción Social de Yucatán y todo un fenómeno organizacional alrededor de la música que ha conformado los últimos años de estudio de la investigadora.

“Aquí hay mucha música en vivo que se toca de manera gratuita, grupos bohemios donde los niños crecen escuchando esta música, por lo que resultaron útiles las ideas de Mark Mattern sobre actuar en concierto, en las que señala que la música nunca es una actividad de una sola persona, sino que siempre tiene un aspecto social; y por otra parte las ideas de la economía política me ayudaron a pensar el rol que tienen las políticas del gobierno del estado que ha promovido las artes desde los sesenta puedo decir, y que es una situación que no se repite en muchos lugares”.

Siendo música de los grupos de trova, la investigadora vivió una época en que el gobierno determinó que “eliminaría” la trova. “Fue muy interesante ver el movimiento que se armó como respuesta a esto y todas las maneras de hacer política sin hacer política, lo que yo llamé la política bella en un libro próximo a publicar, y quien mejor lo expuso fue don Roberto Mac-Swiney —presidente de los Amigos de la trova Yucateca— cuando dijo: ‘Vamos a hacer la política de la mano izquierda, del guante blanco'”.

Con el esfuerzo de músicos y organizaciones, la ciudad de Mérida se llenó de trovadores durante un periodo que la investigadora describe como “extraordinario y emocionante” y en el que fue una suerte de “activista” en su papel de trovadora. El movimiento se consolidó con la participación de los músicos yucatecos en el Festival Internacional Cervantino en 2005 —entre los que estaba la Orquesta Típica de Yucalpetén (Premio Nacional de Ciencias y Artes 1999)— y diversos viajes internacionales que durante un tiempo situaron a los músicos en la mira del ojo público.

La investigadora destaca el trabajo de Jacques Attali sobre la economía política de la música, el de Carol Oja —quien estudia la importancia del apoyo de las organizaciones—, el de Christine Yano —quien estudia la economía política de la tecnología— y el del filósofo Philip Auslander, quien propone la idea de que la música en vivo solo existe porque existe la música mediatizada a través de la televisión y el cine.

“Auslander dice que uno piensa en seguida en Laurie Anderson o en David Byrne, pero no es únicamente eso, pues incluso cantar en la regadera de la casa tiene que ver con las formas de cantar en televisión y en el cine que se nos han presentado, sobre todo para quienes hemos crecido con esta tecnología, pues está prácticamente en todos los lugares; eso me ha dado otra manera de pensar la trova y los distintos movimientos que se promueven en la ciudad, como el hip hop y el ska”.

Antropología performativa y teoría posestructural
“Lo que a mí me gusta es la teoría posestructural, en términos de la antropología esta tiene varias implicaciones epistemológicas y metodológicas, la primera es que no hay otros sino una interacción entre esas personas y yo, y que yo soy parte de esos datos mismos que estoy generando”.

La autora ha realizado algunas discusiones teóricas en torno al problema de la representación y comenta que hay varias maneras de pensar la representación en antropología. Una de ellas es la inscripción, en donde se pretende representar la realidad en el texto. Hay otro tipo de representación en donde se pretende mostrar las necesidades de la gente, como una especie de traducción para otro público.

“A mí me interesan mucho las ideas como de Derrida, que te permiten pensar que de cada pregunta pueden resultar muchas respuestas, y cada vez que uno pregunta, la respuesta puede ser totalmente distinta; me gustaría deja claro ese aspecto en mi trabajo, pero también es muy difícil porque un texto se fija aunque no quieras, como diría Derrida, es una manera de inscripción, allá está”.

En esta línea desarrolla lo que tanto ella como Ayora Díaz llaman antropología performativa, que sugiere hacer lo que las personas están haciendo para entender cómo funciona, cuáles son sus límites, quiénes participan y cómo se relacionan, entre muchos aspectos. Anya Peterson Royce y Christine Yano son algunas referencias en torno a la música y la antropología performativa.

A pesar de la dificultad que esta perspectiva encuentra en el campo actual de la investigación antropológica, la investigadora señaló que si existe una autoridad en la antropología esta viene de la disciplina, la dedicación, la sistematicidad y de la posibilidad de tener “un ojo al gato y otro al garabato”, es decir, una mirada bifocal que permita pensar en términos globales cuando se estudian los aspectos locales, y en términos locales cuando se miran los aspectos globales.

“Siempre he pensado que la antropología me ha dado la posibilidad de vivir varias vidas diferentes en una sola, tanto en Cerdeña, México y Canadá, cada vez tengo que convertirme en una nueva persona, adquirir otras habilidades, hablar otros idiomas, aprender a pensar de otra manera y eso me gusta muchísimo y pienso que hay pocas carreras que te permiten esta posibilidad”.

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