Tonatiuh Estrada, arriero de la escultura

“Hacer escultura es un trabajo difícil, pero es lo sabroso. Me dicen si todavía pinto, porque antes pintaba ejercicios, tareas y a la gente le gustaba lo que yo pintaba. Pero no me emociona tanto el pincel. En la escultura, en cambio, se mete la mano, andas con el polvo, trabajas con las máquinas, es un trabajo muy físico. La escultura es arte de albañiles con todo el respeto y toda la carga que esto lleva”.

Ernestina Gaitán Cruz

Oaxaca de Juárez, Oax. 8 de junio de 2023.- Alberto Tonatiuh Estrada Martínez es un arriero de la escultura, así se considera porque durante el camino, ha aprendido de diferentes fuentes; ha experimentado con técnicas y materiales diversos, además de investigar de manera detallada antes de realizar cada encargo, como su reciente trabajo para retomar las figuras de animales del Códice Vindobonensis de origen oaxaqueño, guardado en Europa hace más de 500 años.

El también pintor y dibujante participó en el equipo interdisciplinario para elaborar un carrusel con un pájaro, venado, jaguar, zopilote, águila y perro, contenidos en el manuscrito prehispánico. El Códice Vindobonensis registra datos genealógicos y calendáricos, con elementos de la cosmovisión mixteca, el origen del mundo, el nacimiento de los dioses y el inicio de las dinastías, de acuerdo con estudios de Maarten Jansen especialista en arqueología e historia de Mesoamérica.

El trabajo reciente de Tonatiuh Estrada también consistió en adaptar las figuras del Códice oaxaqueño para el público infantil y él tuvo la iniciativa para poner los rasgos de un niño con síndrome de down a uno de los animalitos del carrusel. El juego usado básicamente por niñas y niños, fue colocado en el Centro Cultural San Pablo y después, fue llevado al Museo del Ferrocarril donde funciona de manera permanente para niños y personas adultas.

La escultura de los animales del carrusel es su trabajo más visible. Sin embargo, ha creado obras diversas desde hace 25 años en diferentes tamaños y con distintas temáticas. Sobresalen las grandes, de más de tres metros, incluidas algunas figuras sin firma que lucen en lugares públicos. Aún no ha expuesto y sus trabajos solo se pueden apreciar en su taller “7 por 14”, ubicado en Arrazola, Xoxocotlán a media hora de la capital del estado.

En entrevista, Tonatiuh dijo entre risas que el nombre de su taller refiere a los “Siete oficios 14 necesidades” del dicho popular que le decía su mamá y es cuando alguien trabaja en varios lugares para sobrevivir. Y así él, quien ha realizado desde diseños para invitaciones, dibujos, joyería, tallado de madera, cantera y cartón. Todo ello le significa investigación, diseño, prueba de colores y realización con materiales y técnicas diversas.

Ha tenido algunos encargos de obra artística, pero su trabajo principal era como diseñador, de eso vivía. Hasta hace cinco años decidió arriesgarse y hacer cien por ciento lo que le gusta y disfruta. “Me arriesgué a dedicarme de lleno a la escultura, con el uso de técnicas sobre madera tallada, metal forjado, fibra de vidrio, papel y cartón”. También empezó a experimentar con joyería.

“Hacer escultura es un trabajo difícil, pero es lo sabroso. Me dicen si todavía pinto, porque antes pintaba ejercicios, tareas y a la gente le gustaba lo que yo pintaba. Pero no me emociona tanto el pincel. En la escultura, en cambio, se mete la mano, andas con el polvo, trabajas con las máquinas, es un trabajo muy físico. La escultura es arte de albañiles con todo el respeto y toda la carga que esto lleva”.

 

DESDE NIÑO CONOCIÓ LAS ESCULTURAS

En su niñez y por ser el más pequeño de sus nueve hermanos, convivía más con su mamá. Con ella empezó a desarrollar su sensibilidad. Jugaban a ver y formar figuras con la espuma del jabón del lavado de ropa. Ello además de su trotar por las calles de la ciudad, le permitió conocer el trabajo de los “canteros” y el de los albañiles; las monedas que caían en sus manos también fueron motivo de observación. Después entró a las iglesias y se entretenía en admirar las esculturas y pinturas.

“Yo era básicamente el consentido, pero sin recursos económicos, entonces lo que hacía mi mamá era jugar mucho conmigo. Y jugábamos con tierra, lodo, palitos, flores, con la espuma mientras lavaba. Hacía escultura como todos los niños, pero a los pequeños no les dicen que están haciendo escultura. Quizá después se pasan a los colores, pero en un principio, el primer contacto que tienen los niños con el arte, es con la escultura”.

En su casa, al ver cómo hacía sus trabajos escolares uno de sus hermanos mayores, le sorprendía que de un lápiz fueran apareciendo imágenes. Sin saberlo, empezaba a prepararse para apreciar el arte. Y cuando adolescente, entró a un curso con maestros cubanos. De ellos aprendió técnicas y reforzó su interés por la escultura. Recuerda con cierto pesar que un señor les llevaba madera de contrabando con la cual hizo sus primeras obras.

Cerca de su casa, en la Ciudad de las Canteras, conoció las rocas verdes, características de Oaxaca y en la Catedral iba a platicar con los albañiles que la usaban para la restauración. En sus andanzas por la ciudad también visitaba tramos de la Calzada de la República, que construida sobre el Río Jalatlaco –uno de los tres que recorre la ciudad de Oaxaca-, sobre mil 300 metros, exhibe estatuas de 18 personajes elaborados por diferentes escultores del país.

Su primera pieza con toda la intención de crearla, aunque sin ninguna instrucción, dijo, fue cuando hicieron su casa y llevaron una cantera azul que había en la Ciudad de las Canteras, área natural rodeada de estas rocas. De un pedacito, con martillo y desarmador hizo un perro. No pudo elaborar más piezas porque sus ahorros no alcanzaron para adquirir cinceles y martillos necesarios para trabajar. Ahora tampoco existe esa cantera, comentó.

Otro aspecto formativo fueron las monedas y los timbres postales. “Mi primer contacto con la escultura fueron las monedas: en menos de un milímetro, muestran un rostro, una imagen, un códice. Si la gente simplemente se diera cuenta que son esculturas con mucha belleza, empezaría a apreciarlas Así también me pasó con los timbres postales que tienen mucha riqueza artística y de diseño. A mí me tocó recibir cartas y de distintos lugares del mundo y me maravillaba verlas”.

A mi mamá le gustaba lo que yo hacía. Y yo de niño le decía que quería ser sastre. Todo lo de moda me gustaba, me decía sí y me pagaba los talleres, los cursos y me iba un rato. Que gastronomía, que sí me decía y yo me iba. Mi mamá me apoyaba en todo. Aunque yo no iba a la escultura. Más bien eso fue lo que a me gustó después y ahí estoy intentando”.

Quiso ser comunicador y entró un rato, pero se salió. “Soy prófugo de la Universidad”, comentó entre risas. Quiso ser locutor de radio, pero no llegó al examen y en cambio, le tocó conocer a los hermanos Oviedo de Cuba quienes vinieron a Oaxaca para ofrecer un taller de los que fundó el maestro Francisco Toledo. Tomó cursos con el maestro Felipe Olmos de Guadalajara y la mayoría de lo que sabe, es lo que ha investigado y aprendido de observar, investigar y platicar con artistas.

Más adelante, Tonatiuh se ha inclinado por la cartonería porque es ecológica, es papel reciclado, “pero la gente no lo valora. Cuando dices cartón piensan en cajas de pizza y huevo y no es así. Me puse a fundamentar la técnica y es muy antigua. Llegó con los españoles que la trajeron de Italia y de China. Tiene una carga histórica enorme y se requieren facultades artísticas plásticas muy buenas. Es un material ligero, se puede trabajar fácil y se pueden hacer piezas muy pequeñas o grandes.

“Tiene muchas virtudes y hoy se está retomando porque es ecológica y la ecología está de moda. Es un buen momento para la cartonería y a mí que me gustan piezas grandes, las hago en forma ecológica y con mucha calidad. En el Museo Soumaya encontré una pieza de 200 años de antigüedad y parece de madera. Entonces desde ahí me dije que se pueden hacer trabajos de mucha valía con la técnica de cartonería rescatando procedimientos antiguos”.

También trabaja madera. Está en el intento de recuperar la técnica virreinal de taracea de Villa Alta, que se perdió. “Ahora Oaxaca es muy famoso por sus alebrijes pero antes lo fue por esa técnica. “Aquí hay libros, la Fundación Alfredo Harp investigó y sólo hay 100 piezas en el mundo de esa época; están en Francia, Nueva York, en el Museo Soumaya, en la Ciudad de México, y en Tlacochahuaya, Oaxaca.  Son piezas carísimas y muy apreciadas, que se hicieron en Villa Alta, Oaxaca y no las conocemos”.

En su taller- laboratorio, también trabaja tela, fibra de vidrio y metal. “Yo quería hacer algo de metal, porque lo que hago en papel, no lo puedo poner al exterior porque con la lluvia se deshace. Empecé a documentar para elaborar piezas para exteriores. Esa técnica no la fui inventando, pero fui aprendiendo sobre la marcha.

Actualmente trabaja aretes de una especie de mariposa endémica de Oaxaca y que pulula por el Río Metates, en la Sierra Norte del Estado. Tuvo la idea de colocar al animalito y el pueblo de donde es. Así trabaja en determinadas piezas, con imaginación que se despierta más con la música. Así llega la parte más sabrosa, dice. Y es poner todo tipo de música. “Es muy bonito escuchar e imaginar”. Para diseñar, pensar la pieza, pone música de concierto porque no lo distrae.

Y en la escultura, cuando llega el tiempo de la actividad mecánica de tallar y lijar, entonces pone la música que se le presente, de más ritmo. Y también canta a pulmón abierto, aunque confiesa que canta feo, pero disfruta y es una forma de borrar la mente, de relajar, de quitarse pensamientos. Es un momento de paz, dice.

Ahora construyo mi casa y es un trabajo impresionante lo que hacen los albañiles, dice. Le ponen mucho cariño y van viendo cómo va surgiendo una casa; apilando ladrillos. Así en su taller “7 por 14”, trabaja e interrumpe por momentos mientras admirado aprecia el trabajo de los albañiles que, como él, construyen con sus manos, una casa, su casa.

*

*

Top