Sobrevivientes: un intento de feminicidio y lo que sucede después

Por Ana Alicia Osorio

(semmexicoedicion@gmail.com)

México, octubre (SEMlac/Testigo Púrpura).- Daniela, Fabiola, Mónica y Georgina tienen en común el haber sobrevivido a un intento de feminicidio, pero también tienen en común vivir en un país donde no son tomadas en cuenta y sus problemas aumentan por la falta de justicia.

“Me cambió la vida para siempre y por completo”, sentencia Fabiola Pozadas cuando habla de cómo sobrevivió a un intento de feminicidio hace un año.

Después de las agresiones que vivió, dejó de trabajar como arquitecta (con los problemas que implica económicamente), durante meses no podía salir sola de su casa y cuando lo intentaba, los ataques de pánico se hacían presentes.

Pero ella no es la única que ha pasado este tipo de situaciones. Entre las sobrevivientes de intento de feminicidio, algunas han tenido que dejar sus casas, sus trabajos, sus vidas; otras no pueden asomarse solas a las calles o viven un miedo constante; o simplemente no tienen las medidas que deberían. Sin embargo, para ellas no hay política pública ni acciones que las contemplen.

Carolina Ramírez, coordinadora de la Colectiva Sobrevivientes de Feminicidio, cuenta que ni siquiera existen estadísticas certeras sobre la cantidad de mujeres que han logrado mantenerse vivas luego de que alguien (generalmente su pareja) intentara convertirlas en una más de las 11 víctimas de feminicidio al día.

“Hay cero política pública, hay cero conciencia de que existimos, de que estamos y tenemos necesidades especiales, de que con cinco terapias no salen adelante las mujeres; se necesita un proceso de más largo plazo y toda una asesoría jurídica muy muy específica para poder salvaguardar su vida, su integridad, su dignidad y las de sus hijos e hijas”, sentencia.

La lucha por ser considerada sobreviviente

Yo no sé si es más tortura lo que viviste en la relación

o enfrentarte a las autoridades”

Daniela, 37 años, sobreviviente

Durante hora y media Mónica esperó que llegara la patrulla, luego de que su vecina le ayudó a detener a su violentador frustrando las intenciones para las que llevaba en su mochila cintas, cuchillos y demás.

Entre el papeleo, los peritajes y otros trámites, demoró cerca de un día para poder presentar la denuncia.

Después de todo, otro día en una de las tantas audiencias, se encontró con que el juez que lleva el caso quería cambiar el delito por el que procesan a su agresor (actualmente feminicidio en grado de tentativa) a violencia familiar; es decir, restarle gravedad a esa noche en que los gritos y una vecina valiente evitaron que su vida fuera arrebatada.

“Yo no sé si es desconocimiento o es miedo porque si alguien sentencia bajo ese término, abre la posibilidad de que todos los casos se deban juzgar así”, cuenta, tras lamentar que no se entienda la importancia de procesar por el delito que es.

La carpeta de investigación que levantó Daniela la abrieron por violencia psicológica, la de Fabiola por lesiones, la de YLC por hostigamiento. Todas son sobrevivientes de un intento de feminicidio que no se registró.

Ramírez señaló que no se tienen cifras de la cantidad de mujeres que sobreviven a un intento de feminicidio y que enfrentan problemáticas parecidas.

“La tentativa de feminicidio en su cabeza no existe, entonces lo que orilla es que esa problemática se enmarque en lesiones, violencia familiar u otro tipo de figuras de delito que siempre pueden permitir que se pague una fianza y entonces el agresor salga”, dice.

Pero los problemas no paran ahí. Daniela Sánchez recorre los juzgados y las fiscalías cuatro días a la semana. Su vida, desde que enfrentó legalmente a su agresor, ha sido combatir las denuncias que él pone en su contra.

Cuando salió del refugio al que tuvo que irse para salvaguardar su vida tras convertirse en una sobreviviente, después de que su pareja intentara asesinarla con una pistola en su cabeza, se enteró de que él la había denunciado por violencia familiar y la guarda y custodia de sus hijos. Pero esa fue solo una de las 14 denuncias que ha tenido que enfrentar.

“Me sigue violentando, una cosa así…, el hecho de levantar y levantar y levantar carpetas yo lo interpreto como una forma de querer amedrentar”, sentencia.

La mayoría de las carpetas de investigación en su contra ya fueron cerradas, pero ha tenido que dar vueltas, pedir asesorías legales, pagar abogados y abogadas, además de no poder continuar con su vida.

Sin embargo, no existe ningún mecanismo jurídico para evitar que ella, o cualquier víctima de este tipo de violencia, se enfrente a esos problemas.

Jamás vivir tranquila

Yo encontré la palabra de qué me hace falta a mi:

me hace falta justicia”

Martha*, 57 años, sobreviviente

Las sobrevivientes coinciden, no pueden vivir tranquilas. Sus vidas se han convertido en un miedo constante de que sus agresores, en libertad, regresen a terminar lo que no pudieron hacer antes: acabar con sus vidas.

“Yo salgo a todos lados con gas pimienta, compartiendo mi ubicación con todo el mundo, nunca salgo sola con mi hijo (…) mi independencia la perdí porque yo ahora no puedo salir”, dice YLC.

Su agresor intentó asesinarla hace dos años, pero la violencia no paró ahí. Desde entonces la sigue a todos lados, a cualquier compra que va, cuando hace ejercicio, cuando va al trabajo.

Por eso pidió una orden de protección, que le negaron argumentando que no existía ese mecanismo.

“Me dice que en México no existe ya, que eso es pasado; me dicen que se puede ir a conciliación y que firmen un acuerdo donde él promete o acuerda no acercarse a ti. Le dije: cómo crees que se va a ir solamente a reír de mí”, narra.

Las órdenes de protección son una medida urgente para garantizar la vida y seguridad de las mujeres víctimas de violencia y pueden consistir en restringir al agresor de comunicarse o acercarse, un botón de pánico, rondines policiacos, entre otras. Estas deben proporcionarlas las Fiscalías o el Poder Judicial, según la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Pero, según Carolina, la negativa a entregarlas es generalizada, pues muchas personas en el servicio público ni siquiera las conocen.

“No las conocen y, cuando mucho, aunque hay como 17 rubros en estas medidas y órdenes de protección, lo único que hacen algunas veces lo ministerios públicos es dictar la de rondines de la Policía, que tampoco tiene una mira o una perspectiva de género ni esa capacitación. No sirven casi de nada, esa es una problemática”, señala.

Problemas no atendidos

Es como vivir otra realidad y ver como vive la gente

te empiezas a dar cuenta de que no fue solo un agresor,

que es todo un sistema que permite que existan agresores”

Fabiola, 40 años, sobreviviente

“Es un asesino que gracias a Dios no tiene puntería”, cuenta Martha*, quien recuerda la forma en que su exesposo intentaba asesinarla disparándole y todos los días de violencia que vivió a su lado.

Han pasado 26 años, muchos psicólogos y psiquiatras, pero el miedo sigue. La ansiedad constante y los ataques de pánico se convirtieron en algo de todos los días.

Un comercial, una película, un ruido fuerte son disparadores de esos ataques.

Ramírez señala que las terapias psicológicas que les brindan (en ocasiones) a las sobrevivientes resultan insuficientes ante la falta de capacidad del Estado para darles una verdadera atención.

El libro Feminicidio y suicidio de mujeres por razones de género, de FLACSO- Chile, señala que un estudio en Guatemala explica que se deben tener mecanismos de soporte a las sobrevivientes para restablecer su vida, que ha sido vulnerada, incluida la terapia psicológica. Pero en México no sucede así.

“Ante la vivencia de un hecho de violencia, son muchas las capacidades que se ven debilitadas, entre ellas la propia estima, identidad y confianza, la sensación de vulnerabilidad y los efectos que pueda dejar la violencia, como el mismo proceso judicial”, señala.

Esta invisibilización del problema emocional, cuentan, lleva a otras complicaciones, como familias y amistades que no comprenden lo que están viviendo.

“Mis amistades cambiaron drásticamente, te empiezan a decir que te estás victimizando, perdí amigos, perdí familia”, dice Fabiola.

La unión para ayudar

Ha sido una gran diferencia. Me siento acompañada,

siento que las acompaño a ellas también”

Mónica, 59 años, sobreviviente

Desde 2008, la campaña Únete de las Naciones Unidas contemplaba a las sobrevivientes de feminicidio y señalaba que las autoridades se deben coordinar para atenderlas y generar un modelo de atención integral. Nada de eso se ha realizado.

Como los gobiernos no tienen la capacidad de ayudar a las sobrevivientes, varias mujeres que saben lo que es convertirse en una, con sus problemas invisibles ante las autoridades, decidieron unirse y formar una colectiva.

Ramírez, sobreviviente de feminicidio, y algunas otras mujeres comenzaron a crearla para acompañarse, ayudarse y, sobre todo, mostrar a los gobiernos los problemas que enfrentan y que urgen ser atendidos.

“No deberíamos exigir si todo fluyera como debe de ser en la justicia, pero por experiencia sabemos que no es así; entonces tenemos que estar empujando, haciendo red con otras compañeras, haciendo incidencia política y demás, para que esto camine, porque de otra manera no camina”, sentencia.

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