¿Casa? ¡mañana!

Alicia E. Alarcón N.

La mayoría de los mexicanos tenemos una práctica en común: el acto de postergar nuestras actividades por muy importantes que sean.

En la caminata dominical que tenemos por costumbre realizar desde donde vivimos al centro de Cuernavaca, visitamos una casa que queda en la calle Morrow. Se llamaba “Casa Mañana, por Pancho el arquitecto”. Construida en 1928, fue propiedad del embajador americano Dwight Morrow y su esposa Elizabeth. Originalmente, la propiedad era pequeña; con el tiempo, los Morrow compraron tres lotes más de formas irregulares que se fueron uniendo con escalones de piedra y arcos de adobe siguiendo la línea de los siete patios que la integran. A los costados están los cuartos y pasillos que ahora son parte del restaurante, rodeado de una exuberante vegetación de donde cuelgan buganvilias, rosas y geranios; crecen árboles de ciruelo, guayabo y cítricos. La construcción duró siete meses, tiempo en el cual la casa fue tomando su nombre, pues se dice que en ese entonces el embajador Morrow le preguntaba a Pancho, el maestro de obras, o a alguno de los artesanos que en ella trabajaban, cuándo terminarían esto o lo otro, y la contestación era siempre la misma: “Mañana señor embajador, mañana”. Cuando regresaba el fin de semana siguiente, con la esperanza de ver aquello terminado, se encontraba con que seguía igual, pero estaría listo “¡mañana!”.

¿Postergamos las cosas que hacemos debido a nuestro estado de ánimo? Recuerdo la tira cómica de Mafalda en la que Felipe, con el afán de motivarse a hacer los deberes, pega en la pared de su cuarto el mensaje: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, y muy convencido se contesta “¡Bueno, desde mañana mismo empiezo!”.

El acto de posponer tareas hasta que llega el último momento se llama procrastinar (diferir, aplazar/DRAE), se lo escuché a un amigo quien contó que sufría de este problema, “tengo el manuscrito de mi libro, y llevo tres años sin corregirlo”, dijo. Existe la noción de que procrastinar es un fenómeno moderno, algunos psicólogos consideran que es un trastorno de la conducta, e indican que la tendencia va en aumento.

El dejar para más tarde algo que tendría que hacerse ya, nos ocurre con frecuencia. Pienso en los propósitos de año nuevo cuando decidimos empezar el primer lunes a comer sano y a hacer ejercicio. Sabemos de antemano que no obtendremos resultados inmediatos, por lo que poco a poco nos convencemos de sustituir y aplazar las actividades sanas, por lo menos, a la siguiente semana. No siempre es sencillo enfrentar tareas que no resultan gratificantes, por lo que en algunas ocasiones, éstas las dejamos para después. ¡Ojo!, nunca decimos que no lo vamos a hacer. Pensamos cuando sea el momento apropiado o cuando se tenga la suficiente energía para realizarlo, es decir tampoco decidimos cuando empezar.

Otro dato muy desalentador del ejercicio de la postergación, es en lo académico: sólo el 29 por ciento, entre la población de 20 y 24 años (INEGI), está matriculado en alguna licenciatura universitaria, técnica o normal. ¿Qué hace el 71 por ciento de los jóvenes que no están estudiando? ¿Cuáles fueron los motivos de postergar los estudios? Varios son los indicadores, el más importante el económico, muchos dejan los estudios por el trabajo. Sin embargo, dichos desertores no gustan de lo que hacen y van postergando sus tareas. Esta bola de nieve se convierte en alud: hacen como que estudian y hacen como que trabajan. A la larga, el país va generando profesionistas y trabajadores con un desempeño mediocre.

Hay otros tipos de procrastinadores, entre ellos, personas que suelen dilatar la elaboración de exposiciones escolares o la tesis; las que suelen manifestar miedo al fracaso; los indecisos y pesimistas, dudosos sobre el valor de su trabajo. También hay quienes la postergación les hace sentir placer y emoción, pues aseguran que trabajan mejor bajo presión, que son capaces de cumplir con las actividades en un corto plazo, razón por la que esperan hasta el último momento. Pancho el arquitecto de Casa Mañana, sufría de esta última aunque él nunca lo supo, porque aun cuando se tardó en construir la casa, la concluyó, y la familia Morrow colocó la placa que hace honor al hábito de Pancho.

De regreso de la caminata veíamos el naufragio inmobiliario de algunas calles; construcciones abandonadas o azoteas donde emergen varillas cubiertas con botellas de plástico en espera de continuar o concluir la obra. Casas víctimas del mismo problema de “Casa Mañana”.

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